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Francisco Velasco. Abogado e historiador

PARO SIN REPARO

 

 Sin remedio, desempleo. Qué losa. Una economía no puede soportar por más tiempo una carga de esta clase. En los últimos doce meses, la Seguridad Social registró 263.615 cotizantes menos. Las medidas no pasan por la reforma laboral que se ha marcado este Gobierno. Las decisiones de los ministros son una cosa. Parafraseando a Salomón, las resoluciones son otras y, por supuesto, las soluciones nunca estarán a su alcance.

 

A Rajoy se le califica de cobarde a fuer de prudente. No es lo mismo. La prudencia es una virtud en tanto nos lleva a actuar de forma justa, adecuada y cautelosa. La cobardía es el desvalor de la prudencia en cuanto a antítesis de la misma. Entre una y otra, media el tiempo de la decisión. En ningún caso, prudencia y cobardía garantizan la bondad de la resolución ni, mucho menos, la eficacia de la solución.

 

La ciudadanía espera, mientras, resultados. El pueblo confía que sus gobernantes actúen con sapiencia. Se les presupone seriedad. Sin embargo, al actual Consejo de Ministros el traje de estadista les queda tan ancho como la saya al payaso. Ni siquiera nos consuela la gracia. Carecen de ella. Poseen, en cambio, nulo sentido del ridículo. Su patrimonio es bipolar en lo negativo: el máximo de lo malo y el mínimo de lo bueno. Qué cruz.

 

Zapatero, el hombre de la zarpa, se cuece en el fuego lento del titubeo, de la vacilación y de la inseguridad hasta que, de súbito, lanza la mano o mete la pata. Le da igual que el obrero sufra la herida que, aparentemente, desea al empresario. Igual le da. No se para a mirar los cadáveres que deja a su alrededor. Para qué perder su tiempo. Ansía vencer sin calibrar los efectos de la lucha. Caiga quien caiga. Sobrevive él. Y basta. Sí sabe cómo quitarse de enmedio a posibles rivales. Desde Bono a Felipe. Desde Trinidad Jiménez a Tomás Gómez. Posee innata habilidad para entregar la ostraka a la menor contrariedad o ante la disidencia más camuflada. Tiene la pericia de los traidores que perciben en los demás la viga de la perfidia propia.

 

Su liderazgo está seriamente tocado. Pese a todo, domina los resortes del poder a base de echar mano al cuello de quienes osen competir con su soberbia. La firmeza de Tomás Gómez le ha encabritado. Menudo berrinche. Como pierda la batalla del talante, su hundimiento será irreversible. La imagen actúa como flotador de un pecio que se hunde a ojos vista. Conoce muy bien que la inanidad de sus fundamentos éticos y estéticos se compensa con la “charis” del embeleso. La economía de la sumersión y del subsidio contribuye a paliar la debacle. Gana tiempo.

 

Con tal de liberarse de la presión, ahorca al país. Las coartadas tocan a su fin. El fraude fiscal persiste y la desigualdad social cobra carta de normalidad. Sobre millones de mileuristas recae la gravidez tributaria. El consumo se retira y el ahorro levanta murallas de desconfianza. Las clases medias se desinflan y el rozamiento entre los extremos levanta la temperatura ambiente. Ménez y Toxo atizan el fuego. Zarpatero debiera disolver el Parlamento y convocar elecciones. Es necesario que barra su fingida sonrisa etrusca.

 

El paro sin reparo. Sin remedio, más paro.

 

Un saludo.

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