ESTALINISTAS
La culpa. Aminatu Haidar está en España de forma legal. Así lo dice el Gobierno que nunca yerra, que jamás mete la pata ni, por supuesto, la mano. En esos términos se pronuncian el señor Zapatero y la gran señora que es De la Vega. Asentada la primera premisa del silogismo, que es la legalidad, estos dos estadistas de La Moncloa admiten que Aminatu está en España. Y, por cierto, muy bien cuidada, muy protegida de las arenas del desierto. Dicho lo cual, nuestros próceres gubernamentales, -guapo él, hermosa ella, inteligente uno, astuta la otra, cortesano el jefe, maquiavélica la abanderada-, agregan que la culpa es de Aminatu. Que con lo bueno que es Mohamed, cómo puede ser tan desagradecida. La culpa.
Chivato el último. La estancia de Aminatu en España, siendo legal, no se debe a un desliz del Gobierno, ni a un incumplimiento de la legalidad. En absoluto. Si llega sin pasaporte, eso no tiene importancia. Que Aminatu se queja de haber sido secuestrada, lamento injurioso de la mártir saharaui. Que Marruecos y España somos hermanos. Que Perejil es un peñón reconquistado por Aznar pero que, si Aminatu lo pide, se lo cede gustosamente al Polisario para que allí formen un Estado propio. A ver, para qué quieren un desierto como el Sáhara. Un peñón está bien. Como los pisitos de 30 metros de la ex ministra Trujillo. Un pisito donde formar la República Independiente Saharahui. Paz. Por favor.
Ah, y que, en todo caso, es la policía de fronteras la responsable de que Aminatu "se colara" de rondón. Vaya policía. Su falta de diligencia es recriminable. Un delito. Menos mal que este Gobierno es de izquierdas. Si no, en vez de empapelar a unos cuantos funcionarios, los pasaban directamente por el gulag. La culpa es de todos. De todos, menos de este Gobierno de la ceja y de la pestaña.
El presente es un caso de libro. Si quieren explicar el totalitarismo soviético, no hallarán mejor ejemplo de leninismo ideológico (la mentira y la negación constituían su consigna) ni de estalinismo ejecutor. La represión se torna cada día más cruel. Todo se controla. Todo se vigila. Todo se censura. Todo se monopoliza. Todo pasa por el tamiz del Partido (casi) único. Todo se persigue. Todo se aliena. Todo se deporta.
A todos nos culpan. Por todo somos acusados. Nos inyectan sentimientos de responsabilidad por lo que no hemos hecho y de remordimiento por ofensas no realizadas. Pero es lo mismo. El sentimiento se inocula. Sea imaginario o real, nos hacen sentir culpables y réprobos. Hemos de callar. Papá Stalin cuida de su prole. La propaganda más sutil martillea nuestras sienes y la voz de la conciencia del Leviatán suena en el interior de cada uno como si fuera propia. La luz se enciende para calmar el miedo del niño. Sed dóciles. Papá Estado vela por vosotros. Criaturas. Silencio. Duerman tranquilos. Aminatu se mece en el regazo de un padre amantísimo.
La culpa, de la policía. La culpa, de la derechona cavernaria. La culpa, de la prensa ultracatólica al servicio de la Conferencia Episcopal. La culpa. Narciso Ibáñez Serrador dirigió en 2006 una película con este título. Culpa y aborto. Aborto y culpa. Abortan las libertades. Lo que es peor: abortan el pensamiento. Estalinistas.
Un saludo.
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