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Francisco Velasco. Abogado e historiador

EL JOLGORIO DEL CHAVES

De “la fiesta del chivo”, la genial obra de Vargas Llosa, al jolgorio del Chaves, fruto verbenero de un político crecido a la sombra de González. Treinta años lleva el ceutí en primera línea de la política bien “pagá”. Incluso en su etapa de presidente de la Junta de Andalucía -decir que fue presidente de Andalucía es cosa distinta-, se mantuvo al cobijo del poderoso. Su gran valedor fue siempre Felipe, el del GAL. La obediencia sumisa caracterizó a este profesional del psoecialismo. Zapatero, el defensor del estatut con minúsculas y el gran dinamitador del texto constitucional, reconoció este valor y se lo llevó de vicepresidente florero en un Gobierno de jarrones de tiendas chinas. Qué más quisieran los Corbacho, Aido y otros apellidos ilustres del movimiento trepa andaluz que ser jarrones de China. Qué más quisieran estar hechos de la riquísima porcelana de la antiquísima Cathay. Qué más quisieran.

 

Después de haber dejado a la comunidad andaluza en la estacada, Chaves ha contribuido muy seriamente a empeorar la pésima imagen de José Luis Rodríguez. Es un as. En este sentido, su actuación ha sido sensacional. No obstante, entre ambos se disputan el triunfo en la antipatriótica carrera de desmantelamiento del Estado español. Cataluña no quiere ser Kosovo pero, de la mano de estos señores tan respetables como incompetentes, todo se andará. Van de juerga en juerga y, en este capítulo, don Manuel aporta una experiencia de la que carece el leonés de Valladolid. Después del guateque catalán, acaso pongan pie la obra y fomenten la separación de Castilla y León. Total.

 

Don Chaves, eso sí, nunca se distinguió por su nepotismo. Hombre, algo sí, algo de nepote parece caracterizarle. Que si los hermanos, al estilo Guerra. Que si la hija crecida a los pechos de MATSA. Que si el apoyo electoral a conmilitones asidos a la soga del enchufismo más vergonzante. En esta materia, el componente del clan de la tortilla sí merece honores de virtuosismo. Halagos de todo tipo acompañan sus celebraciones partidarias, pagadas, por supuesto, por la caja única que llenamos los que pagamos impuestos.

 

Sin embargo, el convite con el que se agasaja Chaves lega a la apoteosis cuando nos detenemos en la observación de su patrimonio. Qué personaje. Mirífica su facultad economicista. Su administración doméstica hace reflexionar a la Fed y al mismísimo Bernanke. Cómo es posible que esté limpio después de décadas en la cúpula de mando y con remuneraciones tan pingües como las percibidas como ministro, presidente juntero y vicepresidente de las flores.

 

Ahora está a punto de dar el penúltimo golpe. Con su diligencia de cartero de La Moncloa, ha susurrado a Gómez, Tomás, que no es el candidato idóneo para oponerse a Esperanza Aguirre. Zapatero no quiere ensuciarse las manos. Blanco está enfrascado en perfeccionar su habilidad con la tijera pública y en humillar más si cabe al sector de los controladores aéreos. Pajín pulula entre la vía láctea y el camino que jubile a su señora madre. Quién queda pueses. El gran fiestero. Tomás Gómez no es el ideal para Aguirre. El showman Chaves nos da un espectáculo diario. Cómo le envidian unos. Cuánto le desprecian otros.

 

Servidor no están entre los primeros. Tampoco entre los segundos. Me quedo en el camino de quienes le compadecen por tan triste trayectoria profesional. Andalucía, España. La siguiente. Que no lo nombren embajador en la ONU. Por favor.

 

Un saludo.

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