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Francisco Velasco. Abogado e historiador

ABORTO DE MUJER

 

Un cínico no es sino un descarado hasta lo obsceno o un mentiroso desvergonzado o un despreciable defensor de prácticas vituperables. Por su parte, el hipócrita es el que actúa de una manera en público y de otra contraria en privado. El cínico se ve, pues venir, en tanto sus defectos son conocidos, mientras el hipócrita deambula entre acciones de simulación, en las que muestra sólo lo que le conviene, y entre gestos de disimulo, en los que oculta lo que le interesa. Aunque ambos arquetipos se instalan en el engaño, el cínico presenta una cierta base filosófica en oposición al hipócrita en el que la moralidad se ofrece como sucia pantalla de ficción.

 

Desde la idea previa a la que recurro, analizo el tema de la nueva ley del aborto. La recién estrenada ley va a traer cola. Según la Abogacía del Estado, al servicio del Gobierno, el Tribunal Constitucional no puede suspenderla cautelarmente. Interpretación estimable pero discutible. El problema no es, sólo, de constitucionalidad. La cuestión reside en la confusión de valores y desvalores. Siempre el derecho a la vida guió la vida de los pueblos. Hasta ahora, el aborto legal conjugaba requisitos tasados y términos. La violación, la malformación del feto o el daño psicofísico para la madre establecían tiempos diferentes que, de alguna manera, limitaban la decisión de interrumpir el embarazo. Sin embargo, el legislador introdujo el término madre. ¿Pero existe madre sin nasciturus?

 

El Diccionario de la Lengua define abortar como interrumpir, de forma natural o provocada, el desarrollo del feto durante el embarazo. La ley obvia, lógicamente, la causa natural y se centra en la forma inducida. La Real Academia introduce un matiz de enorme valor social y moral al respecto del concepto semántico. Este matiz es: “dicho de una hembra”. Una hembra. Es decir, de un animal del sexo femenino. No se refiere a una mujer y, mucho menos, a una madre. En este contexto, el aborto no distingue el animal de la persona ni discrimina a la mujer de la madre. En Derecho, son numerosos los códigos que tipifican el aborto como la expulsión prematura del fruto de la concepción y su destrucción dentro del claustro materno. El jurista llama madre, pues, a la hembra humana. Sin embargo, no existe el término madre si no hay hijos. No se contempla esta posibilidad en la lengua española.

 

Habrá que convenir, entonces, que por muy legal que sea el aborto, la mujer que interrumpa el embarazo no podrá ser considerada madre en tanto el ser que se desarrolla en su seno no es su hijo. Es un ser vivo, sin duda. Es un ser humano, sin discusión. Mas bajo ningún concepto es su hijo porque la madre es la hembra que ha parido. Si no hay parto, no cabe maternidad. Y si la hubiere, el caso arrostraría peores consecuencias éticas en cuanto la “madre” provoca la muerte del hijo que ha de nacer.

 

La ley del aborto otorga, en consecuencia, un derecho a las mujeres que, en su condición de hembras, deciden, conforme a derecho, interrumpir el embarazo de seres vivos que custodian en su vientre. Nada que objetar en cuanto la ley positiva es una disposición votada por las Cortes y sancionada por el jefe del Estado. Lo que sí es objetable es en cuanto ley natural. A diferencia de la hembra de animales no humanos, la mujer provoca, con dolo pero sin culpa, la muerte del ser humano del que se ha quedado embarazada, acaso queriendo, tal vez de forma indiligente. La mujer es consciente, -y si no lo es, hay que echarse a temblar-, de las consecuencias de sus relaciones sexuales. Del mismo modo que sabe que esas consecuencias pueden ser legalmente irreprochables. La culpa desaparece de su espectro moral y mental. Mas si el sentido del remordimiento persistiera, no tiene dudas de que la posible sensación de culpa del embarazo es infinitamente mayor que la culpa que se le atribuye por contribuir a matar al ser que ha engendrado. ¿Por qué? Porque de esa muerte es inimputable. La ley la ampara.

 

Uno podrá poner reparos morales y éticos, pero la ley es la ley. ¿Lo entienden? Yo sí, pero la muñeca de mi nieta, no.

 

Un saludo.

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