BONO EN EL POZO
Mi gozo en el pozo. O mejor, Bono, del gozo al pozo. A ver si el pocero no era Hernando. Podría resultar que fuere Bono. Cualquiera sabe.
Las revelaciones publicadas por El Mundo sobre el actual presidente del Congreso de los Diputados han descubierto vestigios sorprendentes de la arqueología moral del señor Bono, durante su prolongada etapa de presidente de Castilla-La Mancha. Se excavó en Madrid. Se cuadriculó la tierra de Albacete. Se hurgó en los archivos registrales de la propiedad. En todas partes se encontraron restos. No se halló, sin embargo, el nudo gordiano de la “Bonocopia”. Ahora, sí. Parece que la huella generadora estuvo en Toledo y que el rastro se siguió hasta Seseña. Desde allí al universo mundo. De confirmarse la teoría, el católico y socialista Bono, el honrado “a machamartillo” Bono, pudiera avalar la tesis de que las virtudes que proclamaba -y de las que se autoloaba- no sólo no eran tales, sino oropeles que envolvían una costra repugnante.
Hace tres años, Izquierda Unida denunció ante la Fiscalía Anticorrupción la presunta relación cónnive entre la Junta de Castilla-la Mancha y el Ayuntamiento de Seseña, instituciones ambas regidas, qué casualidad, por el PSOE. Tiempo después, la Cámara de Cuentas publicó un informe harto crítico con la Junta, a la que acusaba de mala praxis administrativa, especialmente en funciones legales de control y de intervención en las irregularidades detectadas en Seseña. Se estaba levantando el velo. No obstante, el tejido permitía desvirtuar la imagen que ya se adivinaba.
Desde un punto de vista de la contundencia de la práctica de la prueba, el documento oficial desvelado por El Mundo, es demoledor. La Intervención General del Estado rechazó el modus operandi de la Consejería de Urbanismo de la Junta que, a la sazón, presidía Bono, respecto a la adjudicación de terrenos de Seseña. La Intervención reprochaba a la Junta grave dejación de responsabilidades o protección de intereses ilegítimos. O sea, a la luz de la normativa vigente, la actuación de la Junta castellano-manchega, constituía todo un disparate jurídico, toda vez que la recalificación de los terrenos rústicos para construir más de trece mil viviendas, iba a generar plusvalía superiores a mil millones de euros.
La relación entre Bono y Hernando, el “pocero” ha sido bien conocida. Tanto, que el propio presidente de la Junta encargó al millonario constructor una serie de obras en el negocio hípico propiedad de su familia. Recalificaciones, sospechas, negocios, dinero, amistades, influencias. Todo propio de gente honrada, socialista, obrera y cristiana. Algunos cuerpos caminan a través de la luz, aunque su alma deambule por el infierno del más oscuro pozo.
Uno se pregunta acerca del papel de la Fiscalía. Cuánto en algunos asuntos y qué poco en otros. Si la pestilencia es la misma, cómo explicar la desigualdad. ¡Ah! Les remito a otro artículo de este servidor: “Las aguas fecales de la Fiscalía”. Demasiado mal olor. Demasiado. Pónganse pinzas nasales y mascarilla facial. No sea que vomiten.
Un saludo.
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