FRENTEPOPULISMO
Tomarse la justicia por su mano es una mala acción y una perversa intención. Comporta el desprecio a la ley y el desdén por el Estado de derecho. Recrea épocas de barbarie que confiábamos superadas. No es así. Por desgracia, la dialéctica reproduce sucesos y pone de relieve que la historia no se repite. A pesar de los pesares, la historia no se repite. Lo que se recrea son sucesos, mas no existe identidad de sujetos, objetos y hechos.
Los últimos acontecimientos anuncian tiempos peligrosos. Cuando las crisis económicas son causa de crisis morales, habrá que hurgar en la herida para procurar respuestas. Sin embargo, cuando es la desnudez ética la que engendra la recesión económica, entonces el problema se agrava porque en lo tocante a valores y virtudes, las discusiones generan engreimientos y confusiones sociales. A falta de referencias precisas, cualquier poste no vale. Los extravíos hacen perder el norte, calentar las pasiones y recurrir a instrumentos desaconsejables.
Durante la Segunda República española, los enfrentamientos ideológicos llegaron a tal extremo que las facciones en liza no dudaron en esgrimir, como todo argumento, pistolas y puñales, palizas y apaleamientos para convencerse de que Dios estaba en el bando vencedor. Quien más mataba y hería, más seguro estaba de que la razón personal era designio divino. Que se asesinaban a curas y monjas, victoria. Que las víctimas eran milicianos, triunfo. Todo se fraguaba en la forja del odio y nadie se atrevía a quitar carbón al infierno del empecinamiento cainita.
Montilla no es Companys. Ni de coña, con perdón. Pero aspira a pasar a la historia como el primer charnego que se hace perdonar, vía esquizofrénica, la desgracia, para él, de haber nacido en Andalucía. El independentismo catalán encuentra un apéndice enfermo en la gestión política de un español que abjura de su nación para encabezar un movimiento de rebelión contra las sentencias de los tribunales. Tiene que hacerse perdonar este “marrano” inquisidor, totalitario y fascista que entierra las virtudes de la ideología de izquierda en el cenagal de sus ambiciones personales.
No hay Estado. Ni Constitución. Ni leyes democráticas. Nada que se oponga a la verdad oficial de un iluminado sin luces y de un violento del alfanje mayéutico. A continuación, saldrán a escena los manifestantes. Luego, irrumpirán los alborotadores. Más tarde, algún saboteador que otro. Al tiempo, pistoleros de gomina y de facha okupa. Por último, la calle se convertirá en campo de batalla. El camino del frentepopulismo ha abierto, de nuevo, brecha en esta España democrática.
Nada de esto ocurriría si, hoy, Zapatero y Felipe no secundaran un pacto antiderechista como el que suscribieron Indalecio Prieto y Largo Caballero. El frentepopulismo es el peor de los estilos, la más nefasta de las decisiones. Un ejemplo a no seguir.
Un saludo.
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