PRENSA DE ULTRAIZQUIERDA
Cierta prensa. Se autoloa como progresista. Pura mentira. Está al servicio del Gobierno psoecialista. Oigan, sí, al servicio. Así, cuando en éste no hay ideas, descalifica las del adversario. Cuando les falla el líder, asalta la dignidad del otro. Cuando la gestión gubernamental fracasa, arroja bombas fétidas contra el ejecutivo opositor que avanza. Cuando la izquierda toma el poder, rinde culto al jefe en la confianza de recibir las monedas que premian sus bufonadas escritas u orales. Cuando el señor feudal busca, y paga, a un payaso más dependiente y servil, se siente preterida y amenaza con los infiernos de la venganza más caliente. Cuando suenan tambores y cornetas que anuncian el desembarco de la derecha, esta prensa vasallática se apresta a cargar las pistolas del odio. Es el sino del mercenario. Da igual que esgrima florete, empuñe daga o del procesador de texto haga apédice manual. Da igual. Lo que importa es atacar sin tregua, hasta hundir, al contrincante. Que ya no es un simple adversario. Que en enemigo se convierte.
Al enemigo, ni agua, gritaba desaforado cierto argentino antrenador de fútbol. Ni agua, recriminaba, bravo, al jugador que se compadeciera de la sed del compañero del equipo contrario. He ahí la táctica del vencedor. La izquierda en el poder, la prensa acólita denomina "derecha" al partido de la Oposición. A medida que las encuestas otorgan al Rajoy de turno posibilidades de conquista, ya deja el sustantivo derecha y se decanta por el despectivo, y peyorativo, "derechona". Sin embargo, si los sondeos aprietan hasta cercar la torre gubernamental, entonces ni derecha ni derechona son términos propios para golpear debidamente a los sitiadores. En ese instante, utiliza el concepto "fascista" y comienza, frenética, a sembrar dudas entre los posibles votantes. Mas, si llegado el momento, los defensores a ultranza de la fortaleza que cobija sus tesoros, ven todo perdido, afilan la garra dialéctica y sueltan su famoso grito de "ultraderechas". ¡Que viene la ultraderecha!
De la derecha de la Oposición pasan, a pasitos cortos y picados pero endiabladamente seguros, a la ultraderecha del posible nuevo Gobierno. Los actores de la pluma y del noticiario audiovisual, dizque demócratas, lo hicieron con Adolfo Suárez, se ensañaron con José María Aznar y se disponen a repetir hazaña con el futurible inquilino de La Moncloa. La estrategia, cien veces empleada, no deja de dar sus frutos. Si no logran derrotar a los que les privarán, parcialmente, de su pesebre, tratarán por todos los medios de advertirles que, de hacerse con el poder de las urnas, tendrán que contar con la vileza envenenada de sus lenguas de víboras. Sólo si la ofendida "ultraderecha" cede al chantaje, volverá a ser llamada derecha. Simplemente María. Ah, la prensa.
¿Y quién es, articulista, esa facción tan poderosa capaz de dominar al Partido Popular? Fácil respuesta: el cuarto poder. La prensa. La prensa mercenaria. La prensa que recibe dádivas en forma de subvenciones y prebendas. La prensa que subordina el derecho a la información veraz a la capacidad de llenarse los bolsillos a cambio de la información más tendenciosa. Pero, ¿es posible que haya, en nuestros días, medios que actúen de esta manera tan vergonzante? Por favor, los hay a docenas. Por un puñado de euros, mienten. Por dos montones, apuñalan. Por más, son capaces de matar. Yo, por dinero, ma-to, MA-TO. ¿Comprenden? Pues eso. Lean la prensa local o nacional. Reflexionen a continuación, sobre lo leído. Juzguen, pero no condenen. Basta con que analicen y, posteriormente, voten en conciencia. Descubrirán que la ultraderecha no es tal. Que es la derecha vencedora en buena lid. En buena lid. Sin atentados del 11-M ni nada parecido.
Si el artículo se titula “ultraizquierda”, ¿por qué insiste en lo de ultraderecha? Porque es la ultraizquierda la que descalifica, sin fundamento, a la derecha que está o que viene, a fin de deslegitimar lo que la ciudadanía le ha concedido: su voto. El sufragio limpio. Por eso, pertenecen, ellos, sí, a la ultraizquierda. A la ultraizquierda cavernaria que sólo ve sombra en el Partido Popular y luces en el de Zapatero. Luces remuneradas, eso sí. Y muy bien. Con la pólvora del rey. Con el dinero del pueblo.
Un saludo.
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