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Francisco Velasco. Abogado e historiador

ACTORES CEJIJUNTOS

Se queja. La pandilla de la Ceja se lamenta. Que por qué se les relaciona con Zapatero. La vida es una tómbola sin sorpresas. Se rifan productos inútiles para gente ociosa y feriada. Bosé y CIA dicen ahora que lo del gesto prozapateril era una broma. Ni hablar. Ellos nunca fueron al Pardo a agasajar al caudillo y siempre mantuvieron su equidistancia política en la democracia. Al menos, como colectivo. Después que cada palo aguante su vela.

 

El barco se hunde y las ratas lo abandonan con el rabo entre las patas entre chillidos de roedor de cloaca. Sabina es cantante. Canta. Mas nada comparado con cómo huele si se agrega a la nueva disidencia. Conchita, la Velasco, tampoco fue franquista ni se ha caracterizado por su apoyo incondicional al marido de Sonsoles. En igual medida, Ana Belén, la mujer del asturiano que loó a Franco desde la entraña del corazón y que, de pronto, trocó el cardias por la pelvis.

 

La intelectualidad española está dolida. Los cerebros literarios de nuestro país no son el fallecido Delibes, el meticuloso Reverte o la catedrática eximia de la universidad. No. La literatura es cosa de actores de izquierda que gastan sicavs y de actrices progres que no hacen destape. Bardem y Almodóvar viven la derechona e interpretan la memoria histórica. Creíbles en lo primero, se estrellan en el olvido del presente. Ni siquiera convencen. Les sacan de la gran pantalla, más solitaria que la tenia, y sólo provocan morbo en el Hola. Grandes creadores estos artistas de la cultura milenaria de bufones y aduladores petimetres. Hasta que las finanzas fallan y buscan nuevo dueño al que rendir la pleitesía de sus antiuos chuscos.

 

La caverna del espectáculo cinematográfico ve sombras en forma de subvenciones multimillonarias. Las figuras negras se desvanecen en la claridad y no tienen más opción que tocar en el metro, apuntarse a la nómina del Sálvame, imitar a la maestra Belén Esteban y ofrecerse a La Noria por un puñado de intimidades. Intelectuales y cultos estos artistazos del arrastre.

 

Ya no quieren alinearse entre los que se instalaron en la parte prominente y curvilínea cubierta de pelo, que se sitúa sobre la cuenca del ojo. Prefieren alienarse en la pieza que sujeta el mástil de la guitarra. Cejilla en vez de ceja. La cejilla eleva el tono del instrumento musical. La ceja ha perdido la arboleda pilosa y no les permite adherirse con la fuerza de antaño. No venden discos, no estrenan las costosas películas que les sufragamos, ni hacen bolos en ayuntamientos del frentepopulismo, ni acuden a la telebasura por el qué dirán. De qué va a comer la basca. De qué.

 

Los de la ceja amaban la cejijunta. Cuanto más poblada, más agarre. La junta de la ceja de Chaves ha degenerado en la junta de un Griñán vencido por la crisis. Al artisteo y a la panda del politicastro, la economía les ha colocado en una situación poco airosa. Tanta ceja antes. Ceñudos, del disgusto, ellos. Ellas, ceñudas.

 

Ay Conchita, Conchita. Resulta que los tramposos no eran Leblanc y otros genios, éstos sí, del celuloide de entonces. La tramposa fue la Velasco.

 

Un saludo.

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