LA TELEPÚ
Es la tele pública. Pública, o sea, según la inefable Magdalena Álvarez, que no es de nadie. De nadie. Salvo de ella y de sus confiteideólogos. La teleprí es otra cosa. De una manera u otra se juegan su dinero. Apuestan a ganar y emplean los ardides que les venga en gana. La telepú, no. La telepú utiliza pólvora del rey pueblo. No gana batallas para la ciudadanía soberana pero bien que la manipula a base de programas infumables.
En Andalucía, a falta de una, dos. Dos cadenas. Una dos y tres, tres televisiones en el redondel. Una, dos y tres, todos los partidos por el parné. Propaganda gratuita para uno, dos y tres. Lo que usted no quiera para mi casa es. Lo quieran, o no, los contribuyentes pagan como menú a la carta el plato del día, de todos los días. Canalsur. Una y dos. Y la tres, al caer. Servicio público al privado culto del líder carismático. Gracia la suya.
Los mushashos de la telepú son la mar de amables. La pasta que se llevan. La calidad de los programas. Desde la tecnópolis más primaria a la senectud más juvenil. Crean ilusiones y alejan los fantasmas de sus crisis. Los imedios y los petits, los nosequés y los no secuantos. Toda una pléyade de grandes comunicadores a los pies de los jeques de la hacienda andalusí. La izquierda siempre fue partidaria de la escuela pública, de la sanidad pública y de todo lo público que, de puertas hacia fuera, se muestra como escenario de sus vanidades electorales. La telepú, fíjense ustedes. Del periódicopú, no. Ver y oir, vale. Leer, ni que se lo piensen. No sea que se acostumbren. La que puede liarse cuando deje de haber analfabetos funcionales.
Las que tienen que servir, se sirven. Tienen menos espectadores que un partido de primera regional andaluza a las diez de la noche de un invierno nevado. Ellos hacen ver lo contrario. Si no, cómo pueden justificar el mano sobre mano diario. El poder prolonga su brazo corrupto por cualquier intersticio provocado por la hendidura de la más fina daga. Emplea sus funciones y medios en provecho de sus gestores y de sus mecenas, interesados en hacer de la redifusión un arte y del arte una malaya.
Cómo me gusta la telepú. Me regala tiempo para la lectura. Algunas teleprís me invitan al ejercicio del zapeo, con perdón. Articulación extrema de dedos. A estas últimas sólo pago el plus de la publicidad que no miro. A la telepú, nada abono. Me lo quitan directamente de mis impuestos. Contribuyo a la generación de parásitos. Dónde vamos a llegar. Piojos políticos cultivados con el dinero de los paganos.
Y la copla. La telepú andaluza es la copla. La tecnópolis sólo es copla. Bendita la copla. Viva la telepú, dice Zarrías. Hombrepú.
Un saludo.
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