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Francisco Velasco. Abogado e historiador

ENTRE PAJÍN Y BONO

La demagogia es a la democracia lo que la propaganda a la información. Los demagogos, al igual que los propagandistas, acuden a la lisonja para atraer adeptos por más que sólo sirvan para obtener el voto fácil o el apoyo menos racional. En esta vía de la demagogia y de la propaganda se mueve el partido de Zapatero como pez en agua. Dos de sus más conspicuos y periodísticos representantes son la señora Pajín, senadora (?), y el señor Bono, congresista (?).

 

Mujer y hombre. Hombre y mujer. Qué más da si pertenecen a esa casta política que hace de la sinécdoque figura propia y del hipérbaton estilo ajeno. La hípica de Bono no alberga nosécuantos equinos de pura sangre, sino acoge algunas cabezas de ganado. La sinécdoque difumina la propiedad conceptual a fin de favorecer los mensajes de interés. Versificaba Garcilaso: “con tanta mansedumbre el cristalino Tajo en aquella parte caminaba que pudieran los ojos el camino determinar apenas que llevaba". La retórica al servicio de la poesía y el verso sujeto a la idea que trasciende. Es más que posible que Bono y Pajín desconozcan lo que la sinécdoque o el hipérbaton sean, pero el desconocimiento del nominalismo no priva al ignorante de la sabiduría de la realidad más rabiosa. Ambos pueden aparentar honradez pero acaso sean verdugos -víctimas, ni hablar- de su ficción.

 

Son psoecialistas. Los dos. Que no socialistas. Éstos suelen ser gente que actúa con la coherencia de la ideología y que defienden causas del común y no del propio. Son psoecialistas que reniegan del pueblo cuando éste les vuelve la espalda y que ensalzan al vulgo si lleva a las urnas la papeleta idónea. Cuanto más iletrado, mejor. Cuanto más analfabeto funcional, fácil la manipulación.

 

Bono ve peligrar su puesto en la hípica. Cómo va a mantener un negocio tan lucrativo si se demuestra que se valió de sus influencias parlamentarias y juntistas. Echar a Bono del Congreso no es un problema. Es la solución. El problema radica en desposeerlo de la hípica. La solución estriba en ponerlo al frente del negocio familiar a fin de que lo administre “comme il faut”, con la diligencia del buen padre de familia. Debe ser traumático predicar austeridad y no poder justificar el boato con el rango de la presidencia del Congreso. El cargo es la coartada para soportar un lujoso ave de vida.

 

Leire ha fracasado. No podía ser de otra manera. La señora Pajín se alinea -sin alienarse- en la costra dura del roquedo facial del partido casi único. Junto a Bibiana Aído, conforma el ala gótica del pensamiento familiar de Zapatero. Modosita la prohijada de Chaves, farota la donostiarra. Inepta una, incompetente la otra. Psoecialistas de cuota ambas. En Pajín abulta un forúnculo institucional añadido. Doña Leire es imagen de la grave decadencia intelectual que se expande por toda España al compás que se acepta la preocupante pérdida de valores que, no ha mucho, caracterizaba a los jóvenes de nuestro país. Quiso ser Secretaria de Estado, y lo fue. Secretaria General del Partido del Movimiento, y ahí la tienen. Senadora por Valencia, a costa de lo que fuere. No sirve. En parte alguna el éxito es su compañero de resultados. Por doquier revela su escaso bagaje cultural. ¿Entonces? Nada. Se la postula para ministra en la inminente crisis de Gobierno que prepara pero no se decide a perpetrar su jefe de filas.

 

¿No sería mejor que, -nunca es tarde si la dicha es buena-, Zapatero destituyera a Bono y relevase a Leire, a fin de dar un poco de credibilidad a su ya desgastada imagen presidencial? Por favor, cómo va a pedir peras al olmo. El marido de Sonsoles nos metió en la crisis y es imposible, imposible de todo punto, que nos saque de ella. Se limitará a hundirnos un poquito más. Un poquito.

 

Un saludo.

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