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Francisco Velasco. Abogado e historiador

FIN DE CURSO

El tiempo es el tigre “borgiano” que nos autodevora. Ayer fue septiembre. La rapidez de los días responde al cambio de trayecto. Parece que se transita de otoño a verano, de forma directa, sorteando el trayecto obligado del invierno y la primavera que le sucede. Se corre por el atajo que la Tierra ha aprendido a hacer en su eclíptica solar.

 

Acaso en esta finta astronómica radique el fracaso de la educación. Dos meses no bastan para llevar a cabo un proyecto educativo de envergadura modesta. El calendario se hace cómplice de la inoperancia y de la impericia de quienes diseñan el marco educativo. Si no, cómo explicar la derrota educativa en que nos coloca el Plan PISA. Cree Gabilondo y asiente De la Chica, tal para cual en un partido sectario, que la educación se retrata en la pantalla de un ordenador portátil. Piensan como acémilas y comen como sultanes.

 

Se jactan, estos capitostes de empeine, de la tarea educativa del Gobierno o de la Junta. Serán embusteros. Serán demagogos. Serán bandidos de banda del tirachinas. Los analfabetos vuelven a la escena académica española. Como enjambres de abejas, se meten en el panal. No son analfabetos de estructura porque saben leer y escribir. Son analfabetos de función porque la lectura y la escritura se oxidan por la herrumbre del olvido.

 

Siempre les bastó la publicación estadística. La democracia de la Junta de (mala)Educación ha erradicado el endémico analfabetismo que hirió, durante siglos, a la comunidad andaluza. La estadística, ahora, se vuelve en su contra. España, y Andalucía en su seno, ocupan los últimos puestos de la clasificación educacional europea. Qué vergüenza. Si nuestros niños saben leer y escribir, dicen los muchachitos del PSOE designados, a dedo, para regir los destinos sagrados del sistema educativo. Si les damos libros gratis, matrícula gratis y ordenadores gratis. Si damos todo a todos.

 

Mentira. Tapan huecos para ocultar los sumideros. Embuste, hacen como si a sabiendas de que no. Arana. Repiten los guiños del chavismo y hunden en la miseria el mundo de la enseñanza pública. Una reciente sentencia del mediático juez Calatayud ha “condenado” a un joven de 19 años a aprender a leer y escribir. Hasta es posible que este adolescente analfabeto posea, incluso, el Título de estudios primarios. Hasta es posible. Nadie culpe al profesorado. Sin más. Ya aprenderá, argumenta el inspector pureta de turno, porque los niños van a la escuela a ser felices. Hoy las cañas se tornan lanzas. El esfuerzo no tiene premio. Se aúpa a los más vagos, a los más absentistas, a los más alborotadores, a los que saben que, más temprano que tarde, aprobarán por el camino del procedimiento legal lo que las pruebas de aptitud les niegan.

 

Esta Inspección educativa dice defender a los menores suspendidos. Lo dice y los aprueba, pese al equipo docente. Sin embargo, lo que no hace es detectar las causas del suspenso. En esa casuística, amplia, fundada y compleja casuística, la desmotivación del profesorado es esencial. Carece de autoridad legal; se le ha arrebatado, casi manu militari, la autoridad moral; ha sido marginado en la toma de decisiones colectivas; está sufriendo el recorte salarial de una forma angustiosa; se le relega a la subcategoría docente de guardián de niños cuando su rol y su formación son diametralmente distintos.

 

La solución pasa por la rehabilitación del papel de los enseñantes. A partir de ahí, por la promulgación de una nueva normativa que regule, conforme a Derecho y no en virtud de Política, las relaciones educacionales en el seno de una sociedad democrática. En tercer lugar, por la desaparición de una Inspección lacaya, rendida al mando de dirigentes ineptos que, lejos de pertenecer a la nobleza del saber, se instalan en la aristocracia del partido. Lo cual, como todo el mundo sabe, pasa por el aro de la sumisión más vergonzante.

 

Este socialismo no es libertad. Es fascismo. Es el totalitarismo que mueve los gobiernos de Chávez o de Castro y que llama a la educación adiestramiento y a las personas, animales. No se educa. Ni siquiera se instruye. Cada vez se enseña menos. Todo es adiestramiento. Así, el analfabetismo reina. Es el sino de los regímenes que castran, no ya la expresión, sino el propio pensamiento. Analfabetos.

 

Un saludo.

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