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Francisco Velasco. Abogado e historiador

DOCENCIA: CON PASIÓN Y SIN COMPASIÓN

 


 La docencia es un oficio de riesgo. De mucho peligro. Las agresiones violentas, de un lado. Los ataques verbales, de otro. La honra profesional, por los suelos. Benditos, y honorables, profesores. Impagados e impagables. Apasionados en su trabajo. Abandonados de la sociedad a la que sirven. Docentes. De calidad. Docencia. Ni cantidad ni calidad.

 

  Si analizamos la calidad de la enseñanza desde la perspectiva de la tecnología, el horizonte se ensombrece. Los datos que se procesan, si son veraces, si no se manipulan, estremecen a la ciudadanía y sobre todo a los profesionales de la decencia docente y de la docencia decente. Si el análisis se realiza desde la perspectiva de la producción, se comprueba que la mayoría de las programaciones que los profesores realizan a principio de curso son pura basura, simple burocracia inútil, vacua expresión de la nada más alienante. En este sentido, todo parecido entre programación y su cumplimiento es, salvo las excepciones que confirman la regla, pura coincidencia. Pero se hace. Se cumple la ley. Se rellena el estadillo de rigor.

 

 ¿De verdad creemos que la educación es un valor en nuestra sociedad? En principio, sí. En su desarrollo, no tanto. Por ejemplo. La Propedéutica ha perdido su razón de ser en la promoción de los estudiantes. No hay filtros de calidad del sistema. Se permite la promoción entre cursos y entre etapas sin reválida que autentifique, de alguna manera, ese sistema.  Lo cual quita sustancia al aprendizaje y el nivel académico es cada vez más bajo. Es el tiempo de los mediocres. Por otra parte, desde la óptica social de los docentes, se sienten protagonistas de un oficio sólo reconocido por el salario ramplón y por las interminables vacaciones. Se oposita a la función pública docente como recurso de estabilidad en el empleo. Sólo por eso. Como, en tiempos de crisis, se incrementa el número de solicitudes para ingresar en los Cuerpos de Seguridad del Estado.

 

 Si la clase política concediera a la Educación el prestigio que merece, no sería posible que los Pepe Blanco, Montilla y otros que tal bailan, ocupen los cargos de alta responsabilidad que se les ha regalado. Los principios de igualdad, mérito y capacidad son pisoteados por el correligionario de turno. Y es que, hoy por hoy, la educación deja de ser un valor para convertirse en propaganda, retórica, imagen, engaño,... Hoy, el centro educativo no entrega al cliente lo que quiere, una educación amplia que le permita competir en igualdad con otros. Concede un diploma, un titulito, que le faculta para engrosar el curriculum con el que alardear en las filas del desempleo.

 

 La no cobertura de las bajas de profesores constituye una prueba en nuestra tesis. Miles de profesores no son relevados durante gran parte de su período de enfermedad. En consecuencia, millones de alumnos son privados de su derecho a la educación. Mientras tanto, centenares de profesores han desertado de la tiza y, a dedo, han accedido a altos cargos de la Administración Pública. A fin de maquillar las insufribles cifras de fracaso escolar, por encima del 30%, y en el marco apuntado del mínimo de exigencias para aprobar, se ha querido, de alguna manera, establecer un complemento de productividad docente. Para ello, es requisito sine qua non, el elevar el listón de suficiencia o, dicho de otro modo, el reducir el índice de suspensos. De la manera más artificial y más ruín.

 

 Si la enseñanza es un producto, su calidad viene dada por la percepción del cliente hacia ese producto y del nivel significativo que el producto tiene para ese cliente. En cuyo caso, ¿por qué numerosos políticos, Chaves o Montilla entre ellos, defensores en los mítines de los centros públicos, matriculan a sus hijos en instituciones privadas muy caras? La pública, para el común. Hay que vender socialismo. ¿Se imaginan a un directivo de BMW luciendo un Audi? Inconcebible.

 

 Con la educación, se hace el Gobierno unas pantuflas. Con la enseñanza, unas chanclas. Con uno y otro calzados, la marcha resulta penosa. Así está nuestro sistema educativo. De pena. ¿La culpa? De Aznar, por supuesto. ¿También en Andalucía? Sin duda. La guerra de Irak es coartada universal para cualquier roto y para cualquier prenda. Pues eso. La culpa de los desmanes del PSOE siempre es de Aznar. Desde antes de que su mamá lo concibiera.

 

 Un saludo.

 

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