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Francisco Velasco. Abogado e historiador

TOROS CATALANISTAS

 

    Que no son los toros. Son los torotos. El problema suscitado en Cataluña es de torotos. De torotos quatribarrados. De torotos que se envuelven en la señera para empitonar a la rojigualda. De torotos que cantan els segadors y abuchean el himno nacional. De torotos segundones que rechazan su histórica supeditación a la Corona de Aragón. De torotos verde-envidia que niegan la supremacía castellana en la historia de España. De torotos ira-colorados que proclaman su antiespañolidad. De torotos independentistas que pacen la hierba patria hasta dejar descarnada la tierra. De torotos violentos que arremeten contra las libertades del pueblo español. De torotos ignorantes de su riqueza cultural y arrojan sal en el suelo fértil de nuestro patrimonio histórico-artístico. De torotos cínicos que odian y no aman y no aman porque quieren odiar sin tasa. Son torotos.


    El Parlament de Cataluña no debate sobre la fiesta de los toros. Ni hablar. El Parlamento de Catalunya zahiere la idea de los toros como fiesta nacional. Nacional de la nación española. Nación una que contempla nuestra Constitución. Nación de la patria indisoluble que es España. Nación que no afrenta, sino que mima, a las regiones y a las nacionalidades del Estado. Nación. España.


    Los políticos catalanistas son los iscariotes de la traición nacional. Son Judas de pitiminí que venden a su madre por unas cuantas monedas, por un asiento en el parco blaugrana y, por supuesto, por un repantigamiento privado en el coche oficial. Carod es un antipatriota provinciano como Zapatero es un mal patriota español. Montilla es un charnego cordobés que, antes, en y después, de asaltar la Generalitat, quiere hacerse perdonar su origen en la Andalucía más culta que vivieron los siglos. Todos estos personajillos de ópera bufa aprovechan que el Pisuerga antitaurino pasa por las Ramblas para hacer de la piel de toro un sofá de esparto.


    Los catalanistas de la política son los talibanes del extremismo antiespañol. No quieren que  sangre el toro, pero se empecinan en la sangría del pueblo. Les importa una higa el dolor del paro. Su repulsa hacia lo español es directamente proporcional al celo que el español les provoca. Buscan la anexión de Aragón los que desconocen que la Corona de Jaime I era el nido que albergaba a los almogávares. En el “Libro del Rey Pedro de Aragón y de sus antecesores pasados”, Bernat Desclot escribió: “Estas gentes que se llaman Almogávares no viven más que para el oficio de las armas”. En la crónica de la historia de la cercana España postfranquista, se escribirá, algún día, que los jacobinos adoradores de la independencia catalanista no eran sino unos farsantes que, en nombre de una idea admirable, no buscaron construir un país nuevo y libre. En absoluto. Eran unos pícaros sin estudios que llegaron a lo más alto de la maldad, a base de demoler la grandeza de una nación. Sólo vivían para la demolición.


    Todo lo que sea nacional, delendum est. La lengua, las fiestas, la economía, la cultura, la educación, la concordia, el diálogo, han de ser destruidos por ser nacionales. Y, repito, la nación es España. Y los toros, de España son. Y la Fiesta, de España es. De España. En consecuencia, de Cataluña a Andalucía y de Galicia a Murcia. De España, torotos. Nacional. Lo más ingrato del tema es que estos sujetos de charanga macarra quieren convertir a la hermana Cataluña en la madrastra de Blancanieves. No lo van a conseguir. Los torotos catalanistas no tienen los atributos de los toros catalanes. Ni de lejos.


   Un saludo.

 

 

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