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Francisco Velasco. Abogado e historiador

ABUSO DE DERECHO

 

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En manos de quién estamos. Algunos dirán que mis ataques a la Junta de Andalucía son, a veces o con excesiva reiteración, desaforados. No les quitaré toda la razón. No toda. Matizo la mayor. No acometo con ánimo de dañar. Sí impugno y refuto. Sí aprieto en ciertos argumentos peregrinos o sobre pretensiones nauseabundas. Mas no actúo para destruirla. Perfilo la menor especificativa. El empleo del término desaforados no es propio porque no entra en el terreno de la desmesura ni del exceso ni del atropello ni del obrar sin ley. No obstante, si no logro convencer al lector de mi propósito, sí doy fe de que el sujeto de mi  cólera dialéctica no es la Junta, sino el grupo de canallas que se han puesto al frente de tan digna institución sin más interés que el de cargarse el mundo del derecho.

 

Considero que los ataques y los desafueros son aplicables a quien posee la fuerza suficiente para ejecutar acciones que son prácticamente imposibles para un ciudadano cualquiera. Las embestidas nacen en los sujetos que dirigen los destinos de Andalucía desde hace varias décadas. Todo un ejército de funcionarios incondicionales y de abogados sostenidos con dinero de los administrados constituyen un poder temible. Lo mismo se oponen al Supremo que a la Audiencia Nacional, a un tribunal superior que a un juzgado de primera instancia, a un colectivo de empleados que a un empresario no sometido al chantaje ni a la corruptela. Pregunten a la juez Alaya. Si no, indaguen acerca de cómo torean a un magistrado al negarle por gaoneras o por verónicas la remisión de un expediente.

 

Abuso de derecho. Desde un punto de vista subjetivo, la Junta puede que no persiga siempre perjudicar a los críticos, pero en los casos no tasados, sí es evidente que busque el interés propio. Media dolo y culpa. Advierte el perjuicio causado, lo acomete con el ánimo de lesionar, lo hace a sabiendas de la capacidad disuasoria de sus mesnadas y, sólo en casos excepcionales, se sujeta a la indemnización que establecen los jueces. Los dirigentes institucionalizan su cometido y los organismos se subordinan al albur de los dirigentes. Ejercitan sus funciones de forma contraria al fin de las entidades públicas, despreciando la moral y pisoteando las buenas costumbres.

 

Ejemplos. Los que quieran. Ese tipo no aprueba las oposiciones mientras yo sea el presidente de un tribunal. A Fulanito le cierro el negocio si no se presta a colaborar. El grifo cerrado a los ayuntamientos de la otra cuerda. Ya les digo, los que quieran. Abusan del derecho. Desvían el poder. Se ciscan en la ley. Rien va plus.

 

Un saludo.

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