EL SUMMUM
El desempleo en Huelva escuece las ingles y martillea las sienes de miles de familias. La deuda de los ayuntamientos asfixia a sus habitantes. Los ciudadanos pierden las viviendas de sus sudores porque no pueden pagar las hipotecas. No cabe dación en pago y, como siempre, los pobres son los que sufren la ignominia de una ley injusta. Nuestro abuelos de Alosno son cuidados por un personal que lleva meses sin cobrar. El Museo del mundo marino cierra por falta de recursos después de haber desperdiciado millones en su construcción. Los gobernantes nos fríen a impuestos y las empresas cierran por ausencia de ingresos. Los empleados públicos se enfrentan al atropello de la Junta y el mismísimo presidente de la Audiencia Provincial de nuestra provincia critica el estado de los juzgados. La justicia no se mendiga, la justicia se conquista como todas las libertades y la democracia, ha declarado el señor Fernández Entralgo.
El pueblo de Huelva es así. Nos han hecho de esta manera y no somos de más carne. Tantos años de sumisión explican nuestro abandonismo. Mas no lo justifican. El miedo al pie que pisotea. Con tamaña carga a nuestras espaldas, seguimos contemplando cómo los golfos se pasean delante de nuestras caras atónitas. Porque acaso nos criaran de esta guisa, ellos, los canallas, se juntan en bandadas de aves carroñeras. Nuestra reacción ante los atracos institucionales se detiene en el "son todos iguales" y se sofoca en los susurros de los bares. Silencio, que nos pueden escuchar. No es la culpa de la dictadura que padecimos. Es la consecuencia de siglos de horror y de terror. La solución pasa por erguirnos como ciudadanos libres y despreciar nuestras pesadillas seculares.
Qué va a ser de nosotros si somos esclavos de nuestras omisiones a veces cómplices. El paraíso de los mangantes. La penúltima en el carrillo izquierdo. La prensa recoge la enésima noticia sobre corrupción psoecialista en el Ayuntamiento de Valverde. Su exalcalde, el señor que pagó con tarjeta municipal en un lupanar de carretera, percibía dietas de GIVSA (ay, ay, los urbanos y señoras) y de GMU (vaya, vaya, señoras de urbanos). Givsa y Gmu son empresas públicas. Tan públicas que se utilizan para el cachondeo privado. Tan arruinadas que su deuda es impagable. Tan urbanas, que en alguna se puede colocar a la esposa de algún preboste de la construcción. Esta práctica es el summum de la corrupción. Los artífices, tres señores del Psoe. Uno, Domínguez, sucesor de Cejudo. Los otros, tránsfugas de IU, herederos de un latrocinio institucional.
Los valverdeños están que trinan. Sobre todo, los empleados del Consistorio. Éstos no cobran y mientras los sociatas emasculan las dignidades del pueblo, muchos votantes seguirán confiando en el partido que los cobija y defiende. Pues nada, señores y señoras, a seguir con esa fe ciega. Los quejidos y lamentos posteriores, al maestro armero. Miren, por no tener, ni actividad. Givsa y Gmu habían dejado de estar. Eran pero no estaban. Existían pero no desarrollaban. Las dietas, sí. Religiosamente.
Nos queda por saber el nombre de los trabajadores de la plantilla de ambas entidades. Mira que si fueran amigos, familiares o roces afectivos de algún otro político postinero. Le devuelvo la pelota a Fernández Entralgo. La justicia no se mendiga. Se reclama. A través de la ley. El summum de la porquería excrementicia tiene nombres y apellidos. Los de esta trama se aproximan. Sin embargo, no son todos los que están ni están todos los que son.
Un saludo.
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