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Francisco Velasco. Abogado e historiador

LA VORACIDAD RECAUDADORA DE HACIENDA

 


 Si Hacienda somos todos, algunos son más que otros. Las arcas están vacías. El descuidero monetario reina. Se precisa dinero. Mucho dinero. La quiebra técnica no está lejana. El responsable no aprendió economía. Ni en dos tardes pudo. Ni siete años después tiene ligera idea. Suele ocurrir cuando por carpintero se hace pasar quien no es sino un simple zapatero remendón. Y el remendón de medias suelas coló a su clientela, abducida por su talante buenista, su intrusismo profesional. Remendón él, remendones del remendón sus ayudantes de taller imposible. Hacienda son algunos.

 Con ser malos los indicadores de la empresa nacional que hemos dejado en manos de tan inepto personaje, el más elemental estudio de la prospectiva nos avisa de peligros cercanos. El desempleo no frena. El déficit prosigue su marcha y, a su lado, la deuda pública que no deja de crecer. La bolsa repica. Tilín-tilín. No hay dinero ni expectativas de que aparezca. Ahorro, ra, ra, ra. Al calcetín. Bajo el colchón. La vivienda nos aprisiona por vida. ¿Y qué hace el remendón y su tropa? ¿Qué hace? Sube los impuestos. Ahí tenéis. Manos arriba. La bolsa o la vida.

 Un detalle que muchos pueden ignorar. Un detalle de importancia extrema. ¿Han pensado en los miles de viviendas que, a los precios inflados de años atrás, no han encontrado comprador? ¿Han reflexionado acerca del descenso, en torno al treinta por ciento, del valor negocial de esos inmuebles? ¿Han cifrado el número de urbanizaciones vírgenes que se están pudriendo en el patrimonio de constructoras, de promotoras o de la banca financiadora? Seguro que han entrado y han llegado a conclusiones certeras. En cuyo caso, les pregunto: ¿se han dado cuenta de que si ustedes compran una vivienda a precio de 2009, precio ganga respecto a dos años antes, Hacienda va a pensar que intentan defraudar la ley? ¿Cómo nos vamos a dar cuenta de algo inimaginable?, me responden descarados los lectores.

 Imaginable, previsible y real. No potencial, no. Real y muy real. Si ustedes adquieren hoy una vivienda de segunda mano por ciento cuarenta mil euros, estando valorada dos años antes en doscientos mil, Hacienda no se lo cree. Tan no se lo cree que aplicará la cuota impositiva catastral pese a que su cuantía supere el precio de mercado. Es decir, en vez de adaptar el catastro al mercado, éste se sujeta al catastro. Con lo cual, sube el coeficiente multiplicador y, ale hop, el hecho imponible se convierte en voracidad recaudadora.

 ¿Y quién es el recaudador voraz? El Ministerio de Hacienda. ¿Y quién porta la cartera ministerial? La ministra Salgado. ¿Y quién ha nombrado a esa señora? El presidente Zapatero que sabe de economía, lo que un servidor de chino mandarín. ¿Y a qué viene esa voracidad? A que no hay un duro. Todo se va en propaganda falsa, en subsidio comprador de votos, en comilonas y coches oficiales, en planes E de engaño y en otras medidas de parecido cariz. Por eso no hay un euro. Porque no se invierte en empleo ni en educación ni en investigación. Porque detrás del escaparate, hay vacío y suciedad.

 Hacienda se aplica en tareas inicuas. Inicuas e injustas. Impone tasas de vértigo en épocas de crisis. Atribuye actitudes de fraude a contribuyentes honrados. Busca dinero en el patrimonio de los más débiles. Se pasa el mercado por la entretela del catastro. Necesita dinero. Mucho dinero. Pagamos justos por pecadores. Los del Ejecutivo y adláteres, a despilfarrar. Los ciudadanos, a pagar. Hacienda nos devora. O recauda o nos devora. Recauda y devora. Hacienda no somos todos.

 Un saludo.

 

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