POBRE Y TRISTE GABILONDO
Se va, se va, se va el caimán, se va para Barranquilla. Que se va. El gran caimán no comparte territorio con cocodrilos. El caimán es de agua dulce. El cocodrilo, de agua salada. Siempre hubo clases. El señor de Polanco no alterna con la muchachada de Vasile. Cuatro siempre fue antes que Cinco. Mucho antes. Cuánto va a parar. Se va Iñaki. El oráculo de los terroristas suicidas. El almuédano del 11-M. El vocero anti-Aznar. Iñaki Gabilondo.
El que el Cinco se coma al Cuatro es un síntoma. Que Berlusconia invada Polanconia, otro. Que la invasión sea pacífica y pactada, más de lo mismo. El descubierto capitalismo de derecha devora, de un golpe, al oculto capitalismo acomplejado de izquierda de fachada. La vida social refleja la existencia selvática. El reino de la selección natural se prolonga en el espacio de la discriminación social. Hiere al ideólogo en lo más profundo de su convicción epidérmica. La izquierda queda a la altura del hidalgo: ha perdido su poder económico pero se aferra a la nobleza de sangre para seguir sin dar un palo al agua. Noble soy, noble muero. Matrimonio de conveniencia. Entre hijos y mediando pasta. La nobleza no se hereda. Cinco es la burguesía rampante.
El vacío que su marcha provoca será imposible de llenar. Quién puede sustituir a tan extraordinario personaje mediático. Quién escuchará, con la devoción del adulador, las palabras de Zapatero. Quién propalará las consignas del imperio psoecialista. Quién.
Anda triste y desconsolado. No quiere juntarse a los Jorge Javier ni a las Belén ni, mucho menos, a las mamachicho. Nada que huela a advenedizo admite. Pobre pero noble. Sin audiencia pero con pedigree. A CNN+, bueno. En aquel reducto puede esconder sus frustraciones. La radio le dio nombradía. La televisíón le quitó credibilidad. Nadie le odia. Nadie le teme. Nadie le recuerda. He ahí el dolor. El recuerdo. Qué fue de la estrella radiofónica. Qué de su influjo político. Qué de su presencia imponente. Polvo. Ceniza.
Ni guerra de Irak ni terroristas suicidas. Sólo él cavó su propia tumba e ignora si su recién construido mausoleo será su sepulcro o, acaso, su cenotafio. Aquí yace el gran Iñaki. No yace, no. Ni recoge sus cenizas. La plaza de su memoria la colocó, noble de verdad, Federico. Los suyos tienen otras tareas más prosaicas que hacer: sembrar nuevas semillas de progresía en las tierras más oscuras. La progresía de Iñaki es directamente proporcional a su lamento. Cuanto más Boabdil asemeja, más conservador resulta su llanto de perdedor. El rey, destronado. Por el propio rey. Pena.
Un saludo.
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