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Francisco Velasco. Abogado e historiador

RUINA MORAL Y ECONOMICA


 La ruina económica es la consecuencia de la debilidad técnica de una administración. La ruina moral es el resultado de la falta de fe de los administradores. Una y otra ruinas comportan caida, decadencia o perdición. La mentira puede causar la ruina de un gobierno, del mismo modo que la ruina de un gobierno es la causa de males generales. En este punto, cuando el mal se generaliza, la ruina preludia la devastación y, a su vez, ésta anuncia una destrucción más extendida.

 Contradice a su señor Zapatero. El señor Almunia pone en evidencia la fragilidad argumental del presidente del Gobierno. Asegura éste que la salida de la crisis es inminente. Desmiente el Comisario europeo y se enroca en un discurso más realista: "todavía quedan años de tasas de paro muy elevadas". Tararí, ZP, trompetea don Joaquín. Tararí que te vi, tamborea el antiguo líder psoecialista. El partido desnuda al emperador. El emperador no se atreve a fustigar al disidente. Estamos iniciando la hecatombe de una mentira insostenible. La economía española se halla en estado de shock. Circula por un carril de tierra y baches en un camión de amortiguadores rotos y con un conductor que ni siquiera obtuvo el carnet para turismos.

 El acabóse de la nulidad. El colmo de la negligencia. El súmmum de la estulticia. La cúspide de la incapacidad. La coronación de la indigencia política. En 2010, no se verá una recuperación por sí misma sostenible. 

 

Almunia afirma que en 2010 no se verá una recuperación que "se sostenga por sí misma". Y abunda en que, así y todo, se va a requerir años de políticas "acertadas" (sic). Es decir, políticas con tino y no estrategias desatinadas. Es decir, estrategias adecuadas y no prácticas "Esperpénticas". Es decir, empresas que se sostengan en virtud de un nivel de competitividad indiscutible. Es decir, una banca solvente que financie el progreso y no la retroacción. Es decir, unas autopistas de la información y de la innovación que traspasen campos trillados por la rutina. Es decir, una voluntad indomable de reducir la ratio de endeudamiento. Y así. Que no, la ruina económica empobrecerá a todos y la indigencia campará por barrios hasta ahora acomodados. Que no, diremos que nos hemos labrado nuestra ruina económica con el yugo de la torpeza y de la impericia.

 En cuyo caso, lectores, el sistema educativo mostrará las entrañas de su fracaso y el régimen democrático exhibirá la dimensión de sus carencias y de sus vergüenzas. Una ruina económica suele descansar sobre bases blandas, huecas, mullidas, esponjosas. Estas bases se iteran, y reiteran, en el camino de la inmoralidad más despreciable. ¿Por qué, articulista? Porque se juega con la vida de los demás, lector. Porque la vida de los demás es sagrada. Porque todos tenemos derecho a construirnos nuestro futuro. Porque nadie puede esclavizar nuestros cuerpos, nuestras mentes y nuestro espíritu. Por eso. Por eso, la ruina, lejos. Económica y/o moral, la ruina, muy lejos.

 Un saludo.

 

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