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Francisco Velasco. Abogado e historiador

LA PESTE "AZP" (Berlín, 20 años)

 Enfermedad infecto-contagiosa, la peste ha sido -es en algunos reductos- una de las principales causas de diseminación de las poblaciones. A un lado, los no afectados. Al otro, los contagiados. Entre ellos, un muro.

 La Segunda República trajo una peste de revanchas. El franquismo acabó con la pandemia a base de cañonazos. Peor el remedio que la enfermedad. La muerte del dictador fue levantando otra terrible pared de venganzas, odios y rencores. No obstante, el furor cainita se atenuó un tiempo. Suárez, Calvo Sotelo, González y Aznar contribuyeron a la atemperación.

  Hasta que llegó el virus AZP. El virus de la denominada memoria histórica llevaba un gen singularmente maligno: el desentierro de los muertos, la recuperación de los olvidos de la supervivencia, el desescombro de la mala leche. Con el pretexto de homenajear a la víctimas, se pisoteó a los verdugos. Sin saber, sin discernir, sin reflexionar, cuáles fueron las víctimas y quiénes los verdugos. Porque víctimas fuimos todos, los que murieron y los que nacimos de aquellos muertos. En un bando y otro. Dos bandos. Un muro. Una epidemia letal. Los verdugos, sin embargo, sí tienen nombre. No se sitúan en la bandería triunfante ni en la derrotada. Se colocan en ambos lados de la contienda. Ellos ordenaron erigir el muro de la vergüenza. Ellos fueron la peste. Ellos llamaron fascistas a unos y comunistas a otros. Los verdugos fueron, son, la peste. Siguen alejando. Continúan diseñando falsos cordones sanitarios.

 La mujer de Lot rediviva. Estatua de sal eterna. De sal contaminada de rabia es la memoria histórica que porta el virus AZP. Memoria histórica de capuletos y montescos. La historia contada y cantada por Shakespeare no es sino la alegoría de la vergüenza de las memorias históricas. Romeo y Julieta son los dos amores que rompió la tragedia de las malas intenciones. Isabel de Segura y Juan Martínez de Marcilla, amantes de Teruel, nos recuerdan los límites del empecinamiento en el rencor. Abeles y Caínes que en el mundo han sido y son. Es el virus AZP que hace de las suyas. Otra vez. Y otra. A pesar de la asepsia, de los antibióticos, las ratas siguen portando el mal.

 Albert Camus escribió una de las novelas más fuertes, recias, duras e impactantes de la historia. La peste. "La ciudad estaba llena de dormidos despiertos", decía el formidable autor francés. Y subrayaba: "sentía ganas de gritar para desatar el nudo violento que le estrujaba el corazón". La peste es el símbolo de la guerra y la materialización de mal. La peste tiene un introductor: el virus de la rabia maldita. Algunos lo llaman AZP.

 Un saludo.

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