Blogia
Francisco Velasco. Abogado e historiador

ABORTO COMO DELITO

 Nacer no es sino comenzar a morir, decía Groucho Marx. Algunos mueren antes de nacer. La ley no otorga a todos los "nascituri" el derecho a comenzar a morir. Por el contrario, permite su muerte antes de nacer.

 Salvo que el planeta que habitamos sea plano. Excepción hecha de la malevolencia de algunos. Despreciada la parte de subjetivismo que aureola nuestro carácter. Admitida la pasión que merma nuestra inteligencia. Previo lo anterior, nadie podrá negar que el aborto es la eliminación física de un ser vivo. No hay más vueltas de hoja ni más que rascar. Si la eliminación del feto se produce en el seno de una mujer, entonces hablamos de la muerte de un ser humano vivo. Muerte desde que este ser humano vivo es concebido. Muerte, en fin.

 Cabe decir que nos encontramos ante un caso de interrupción voluntaria del embarazo en vez de subrayar que se ha procedido a matar un feto humano de un tiempo determinado. El lenguaje es rico en expresiones y la lítote, atenuación o eufemismo es una figura que los literatos emplean con cierta frecuencia. Cuánto más los políticos. El problema de estos últimos es su falta de pudor para asumir la dimensión de sus palabras y la ausencia de gallardía para dar un paso al frente en cuanto a la responsabilidad de sus actos. Porque el feto, en cualquier caso, es un ser vivo humano. Humano.

 Si Bibiana Aído defiende a ultranza -con la ultranza de una fanática o con el fanatismo de una persona de ideología ultra- los derechos de las mujeres a abortar, es libre de hacerlo porque sus decisiones forman parte de su sueldo. Nada que objetar a la señora ministra en ese sentido. Lo que sí es reprochable, tanto a doña Bibiana como a todos los ministros de este Gobierno de escenografía trasnochada, es que oculten la realidad y engañen a los ciudadanos.

 La ley cuya reforma se pretende a toda costa es una ley de defensa del aborto, de muerte de seres humanos indefensos. No quiera la ministra erigirse en abanderada de las mujeres porque éstas no precisan de esa ley para defender sus derechos. La muerte de unos inocentes no se justifica ni se excusa de esa manera tan burda y tan impúdica. El miedo es la coartada del lobo, doña Bibiana. Pregúntese quién es el lobo y quiénes tienen miedo, señora Aído.

 Este articulista sostiene la idea de que entre el derecho de la mujer y el del nasciturus, debe prevalecer el primero. Esta prevalencia se fundamenta en unos requisitos que la ley delimita. Es legal el aborto. Así lo recoge el Código Penal. Es legal dentro de unos plazos. Es legal porque la norma que redacta el legislador viene legitimada por el pueblo que ha elegido democráticamente a sus representantes. No hay, pues, delito cuando la ley así lo especifica. No hay delito, por más que haya muerte. La muerte es legal. El aborto es legal. No se puede condenar a una mujer a pena alguna por llevar a cabo un acto de esta naturaleza. Ni se puede ni se debe. De la misma manera que no es lícita la calumnia, a no ser que impere la exceptio veritatis.

 La multitudinaria manifestación anti-aborto que el pasado sábado recorrió el centro de Madrid, constituye una muestra de libertad y de respeto. Una muestra cívica, delicadamente pacífica, que no precisó de soportes religiosos o políticos. Un ejemplo de discrepancia intelectual y moral. Una alternativa tan respetable como la de quienes defienden la reforma de la ley. Es una señal de respeto. De respeto, que no de tolerancia. Ésta confronta al poderoso tolerante con el humilde tolerado. El respeto es la cumbre de la igualdad y la igualdad es el derecho fundamental que adjetiva a las libertades. Y es que, en definitiva, ser libre conlleva decidir sobre el propio destino.

 Concluyo parafraseando a Bertrand Russel en su obra "Sociedad humana: ética y política". Este autor británico, decidido defensor de los derechos de las mujeres, refería que "cuando un hombre pertenece a una comunidad más grande, también es más grande el alcance de sus obligaciones y prohibiciones; siempre hay un código al que se ha de ajustar bajo pena de deshonra pública".

 Un saludo.

0 comentarios