CONDENADA POR DESCONFIADA
La economía. Una mera lectura de los titulares de la prensa nos acerca a la realidad de la economía española. Un término enmarca su situación y, lo que es peor, su devenir. Desconfianza.
El gasto de las familias es uno de los grandes indicadores de este nivel de ausencia de confianza. El consumo se contrae y repercute directamente en el resultado de las empresas y, por efecto rebote, en el incremento del paro. Por otra parte, el tren de la inversión en bienes de equipo está perdiendo vagones. Poco queda de su antigua pujanza. La industria revela un descenso alarmante y se enseñorea una atonía que avizora la flaccidez de su músculo. El turismo se sostiene mal. Se divisa oscuro. La balanza comercial sigue desequilibrada porque, pese al aumento de las exportaciones, el peso de la factura energética resulta excesivo. El déficit del Estado se ha cuadruplicado en un año pero la perspectiva próxima es que mantenga su escalada. Los optimistas se agarran al superávit de la Seguridad Social, mas no quieren ver que ese pozo, otrora casi rebosante, sufre una sequía que augura tiempos críticos. Las empresas del selectivo IBEX merman, de forma notoria, sus beneficios. Y así.
El aspecto más visible y preocupante de la situación es el altísimo desempleo. El paro supone no sólo un despilfarro de recursos económicos muy valiosos, sino también el umbral de desastrosos conflictos sociales. Al Presidente Zapatero preocupa menos el primer término de los efectos que el segundo. El jefe del PSOE muestra una miopía de la que no quiere tratarse. Analistas hay que prefieren llamar a esa miopía, de carácter somático, empecinamiento irreductible, de raíz psicológica. Lo cierto es que mientras la deriva económica se acentúa, la deriva social se maquilla. Subsidios y más subsidios. Cursitos de formación y deformación en cursitos. Dinero que vuela a los bolsillos de unos cuantos desaprensivos. Cuanto más gruesa la capa de maquillaje, más delgado el estrato económico. En términos arqueológicos, se prevé una inversión estratigráfica de manera que los estratos más antiguos se superpongan sobre los más recientes. O sea, el descontento social se agravará tanto que su peso terminará por derruir el estrato que le soporta y sobre él se situará el estrato económico.
Cuando esto ocurra, los ciudadanos, todos, nos daremos cuenta de que las triquiñuelas dialécticas de Zapatero no son sino un continuo y masivo engaño al pueblo español. Desconfiada la economía, condenado el presidente. Desconfiadas las familias, condenado el Presidente. La condena llega, en suma, por desconfianza.
Tirso de Molina ponía en boca de uno de sus personajes (Demonio) de "El condenado por desconfiado", las siguientes palabras: "Me ha mandado que te saque/de esa ciega confusión,/porque esa vana ilusión/de tu contrario se aplaque". El demonio. ¡Ah, el demonio! ¿Dónde está el exorcista?
Un saludo.
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