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Francisco Velasco. Abogado e historiador

VOY A PEDIR "PA TI" LO MISMO...

 El término cinismo se define, bien como descarada obscenidad, bien y sobre todo como desvergüenza en el mentir o en el defender y practicar acciones y doctrinas vituperables. Aunque se consideren sinónimos, el cinismo y la hipocresía presentan contenidos diferentes. Por hipocresía se entiende sostener en público cualidades, ideas y sentimientos que son contrarios a los que se tienen en privado. En la hipocresía coexisten dos fases operativas: la de la simulación, mediante la cual se muestra sólo lo que conviene, y el disimulo, acto por el que se oculta lo que interesa tapar.
 Si este articulista tacha al señor Zapatero, presidente del Gobierno de España, como cínico, acaso no ande muy descaminado. Sin embargo, -"por sus obras los conoceréis"-, entiendo que el apelativo que le viene como anillo al dedo es el de hipócrita. Hipócrita de tomo y lomo. En el cinismo subsiste una base filosófica. En la hipocresía reina la esencia moral. En uno y otro caso hay voluntad de engaño.
 La postura política de Zapatero respecto a la defensa de las energías verdes y el rechazo a la energía nuclear pudiera tener un desajuste en el plano público respecto al privado. Por ejemplo, como ciudadano, el señor Zapatero podría entender como muy nociva y perjudicial el mantenimiento -y qué digo de su fomento e instalación- de sedes nucleares. Pese a ello, en aras del bien común, del interés general, podría subordinar su opción particular a la decisión que beneficie a la población. En el tema del divorcio, hallamos numerosas muestras de esta discrepancia ideológica entre lo público y lo privado. El presidente Suárez fue un acérrimo defensor de la familia unida y no dudó, movido por su afán de servicio a la ciudadanía, en dictar la ley correspondiente.
 Lo que resulta frustrante es que el señor Zapatero se muestre, en lo público, de una manera y de otra al mismo tiempo, aunque en distintos espacios. En el posible cierre de la central nuclear de Garoña, hallamos un ejemplo elocuente. Como ustedes saben, en el Boletín Oficial del Estado del pasado jueves se publicó el acuerdo hispano-chino para impulsar en el territorio del gigante oriental la energía nuclear con fines pacíficos.
 "A la fuerza ahorcan", me replicarán ustedes. Pues sí, pero el brocardo resulta válido cuando la necesidad acucia y se corre el riesgo que fuere necesario a fin de alcanzar metas que lo merezcan. En ese caso, se entiende y se justifica por lo que jurídicamente se denomina "estado de necesidad". Aquél robó -sentenció el juez- movido por el hambre y para paliar ese hambre. Bien. Sin embargo, en el acuerdo de marras, no se va a apoyar la nuclearización en China para dar trabajo y riqueza a muchos españoles. Se va a apoyar, de manera especial, cantando las excelencias de esta fuente de energía y en ese sentido, se dice con profusión de términos que se investigará en este terreno, que se construirán reactores nucleares, que se desarrollará esta técnica y se aplicará en la industria, la agricultura y la medicina, y que se fomentará la seguridad y la protección radiológica.
 Lo que no es bueno para España debería involucrar, moralmente, a cualquier gobernante respecto a otros países. Imperativo categórico de Kant. La filosofía kantiana no va con Zapatero. A él le va más la propaganda goebbelsiana. Si es capaz de confundir a Bibiana (ex Andersen) con Bibiana (Aido) en un momento de salir del trance, si es capaz de hacer chistecitos con la carrera (de San Jerónimo) en vez de respetar la llegada a la meta (que es la plaza de la Constitución esquina avenida de la democracia y cruce con el Paseo del imperio de la Ley), su arte como simulador y disimulador halla parangón singular en caudillos como Mussolini.
 Por eso, señor Zapatero, voy a pedir para usted lo mismo que usted va a dar a los chinos. No le molestará, supongo.
 Un saludo.

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