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Francisco Velasco. Abogado e historiador

PENSIONES

 

 Cantidades periódicas, ya temporales, ya vitalicias, que la Seguridad Social paga, entre otras personas, a las que, después de una vida de trabajo, habiendo, o no, cotizado, se han jubilado.  La pensión contributiva no tiene carácter asistencial. No es una dádiva. Ni el fruto de una política caritativa. Ni una limosna a los viejos. Nada de eso. Es un derecho del trabajador y un deber del Estado. Es el resultado de un contrato entre Administración y trabajadores de obligado cumplimiento merced a unas cláusulas explícitas y en virtud de unos Pactos sellados con los sindicatos más representativos.

 

Esas cantidades periódicas se hallan, a día de la fecha, en peligro. Un peligro cercano y cierto. Un peligro orillado por el Gobierno dentro de la fabulosa campaña de manipulación y engaño de que venimos siendo víctimas en los últimos años. La alarma se justifica por el hecho de que nuestros mayores pueden ingresar en un estado de inseguridad jurídica y económica que arruinaría los años de una vejez que soñaban disfrutar después de una vida dedicada a la sociedad.

 

 El problema de las pensiones no es nuevo; por el contrario, siempre ha generado inquietud. No obstante, ese genio de la dirigencia indiligente que es Zapatero, ha convertido la inquietud en miedo. Es mucha la crisis que sufrimos por arte y gracia del partido del Gobierno de Rubalcaba o de Chacón. El temor se incrementa desde el momento en que el Presidente de la nada está vendiendo un producto social que se contradice con las declaraciones de MAFO, Gobernador del Banco de España, y que colisiona con las consignas de UGT y CC.OO en tanto han venido demandando jornadas laborales de cuatro días.

 

Entre lo que Zapatero coloca en el escaparate, lo que piden unos sindicatos que están desvariando en estos momentos, y lo que dice MAFO, me quedo con las afirmaciones de éste. Y dentro del marco de credibilidad que concedo a Ordóñez, me atrevo a aventurar que apenas dice una cuarta parte de lo que sabe y de lo que se nos viene encima. ¿Y por qué?

 

Zubiri, catedrático de Hacienda Pública, no se ha cansado de recordarnos que las prestaciones no están garantizadas si la Seguridad Social se sigue financiando exclusivamente con cotizaciones sociales. La cosa es incontestable. Que no hay dinero suficiente.  Que de seguir así la financiación, "las pensiones se tendrían que reducir en un 40%". Que ese déficit no se enjuga con las rentas de nuestro trabajo, y en consecuencia, sólo cabe recurrir a financiarlo con rentas de capital, es decir, a los rendimientos patrimoniales mobiliarios e inmobiliarios.


 ¿Qué va a ocurrir, pues, a nuestros mayores ya jubilados? ¿Y a los prejubilados? ¿Y a quiénes nos hemos de jubilar? Zapatero calla. La mentira en este tema tiene una caducidad muy breve. Se descubre el embuste antes de las elecciones. Muchas bocas que cerrar. Demasiados bolsillos que llenar. Tantas amenazas veladas. Hay que resistir. A grandes males, mentiras hercúleas. No hay problema con las pensiones. Ni con el desempleo. Ni con ETA. Ni con el independentismo. Ni con el crecimiento económico. España es una balsa. La balsa del naufragio. En ella, los mayores no viajan. Son pasto de los tiburones. Les hemos quitado sus ahorros y ahora ya son demasiado viejos para disputar la vida a los más jóvenes y más fuertes.

 

Pensiones. Un gasto inútil e innecesario. Demasiado han vivido estos viejos. ¿Habrá que escuchar, resignados, estas barbaridades nazis? En público, no se atreven. En privado, sí. Se toman las pensiones a chufla como las leyes de dependencia. Mucho papel y poca ayuda. Pero ¡y lo bien que queda el Gobierno! Lo decía Góngora: “ande yo caliente y ríase la gente".

 

No pedimos a los PSOE que sean honrados y honestos. Nos conformamos con que engañen un poquito menos. Sobre todo con el tema de las pensiones. A este paso, ni una fonda de mala muerte. Ni una residencia geriátrica. Bajo un puente. En un crematorio. A los ancianos se les condena a una vida especialmente triste. Como si la vejez no fuera bastante amarga.

 

Un saludo.

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