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Francisco Velasco. Abogado e historiador

INSULTOS

INSULTOS

 No es la primera vez que lo hace. El alcalde de Puerto Real vuelve a insultar al Rey cuando conmemora la implantación de la II República española y lo llama, ni más ni menos, que genocida. 

 Desdeñaré el aspecto jurídico del tema porque ya está en los tribunales de justicia. Me limitaré, simplemente, a razonar, dentro de la brevedad que un artículo demanda, el por qué de un insulto de esa naturaleza. A priori, nada encuentro que lo justifique, salvo que el sr. Barroso odie, personalmente, de tal manera al rey Juan Carlos, aborrezca, por motivos privados, con tanta intensidad a la monarquía o ame con tanto ardor humano a la República, que ese sentimiento (de uno y otro signo) encontrado y tan apasionado haya provocado en él semejante falta de lucidez.
 Salvo en la forma de nombrar al Jefe del Estado, es difícil hallar diferencias importantes entre una República democrática y la monarquía parlamentaria que instituye la Constitución española. Siempre defendí el progresismo de la Constitución de 1931, del mismo modo que reproché que esa Carta Magna fuera vehículo de representación de una parte de la sociedad, en vez de ser marco de regulación jurídica de toda la sociedad o, al menos, de la inmensa mayoría de la misma. En cuyo caso, el consenso que animó la redacción y aprobación de nuestra actual Constitución fue sobresaliente, en tanto el de la precedente rayaba el aprobado raspón, y que la parte dogmática de la actual nada tiene que envidiar a la de la constitución republicana, pionera y ejemplar en tantísimos aspectos..
 República y monarquía parlamentaria son formas de gobierno en que la soberanía descansa en el pueblo, en que el Estado se fundamenta en el imperio de la ley y en que el régimen político abraza a gobernantes y gobernados en cuanto se someten por igual a los principios fundamentales de la Constitución.
 Estoy seguro de que el sr. Barroso desprecia tanto como este articulista cualquier república no democrática. Por más que los términos puedan resultar antitéticos, la realidad nos muestra que no lo son y si no basta darse una vuelta por algunos estados hispanoamericanos, africanos o asiáticos. Como estoy seguro de que el sr. Barroso coincidirá conmigo en el carácter avanzado de la monarquía inglesa, como defensora acérrima de los derechos humanos.
 Una república y una monarquía como la española poseen más elementos comunes. Así, la convocatoria de elecciones, la periodicidad de los cargos, los principios de publicidad, trasparencia y objetividad de la Administración, la concepción federal o unitaria de sus territorios, la adopción de prácticas centralistas o periféricas, la responsabilidad de los políticos y de los funcionarios, la separación de los poderes, la aconfesionalidad del Estado y un larguísimo etcétera.
 Sólo me queda que el sr. Barroso entienda la Jefatura del Estado en una monarquía como un órgano arcaico, obsoleto, fuera de la órbita política del siglo XXI. dada su singularidad personal, dado su carácter vitalicio y en base al rasgo de sucesión hereditaria. Como tampoco puedo pensar que el sr. Barroso confunda monarquía con absolutismo ni reino con soberanía.
 Es muy fácil, sr. Barroso, d. Juan Carlos es rey constitucional de una España felizmente democrática que le ha otorgado legalmente la consideración de Jefe del Estado. El insulto al rey de España es un insulto a los españoles que hemos aprobado la Constitución de 1978 con casi un 90% de los sufragios.
 Mi lamento sería el mismo si el insulto lo dirigiera alguien contra el Presidente de la República si ayer, hoy o mañana así lo hubiera querido el pueblo. Le ruego una rectificación.
 Un saludo.

 

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