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Francisco Velasco. Abogado e historiador

DE CARRILLO A VALDERAS: LAS IDEAS

 La legalización del Partido Comunista de España acaso fue la gran prueba de fuego a la que se sometió la democracia que hoy disfrutamos cuando, tras cuarenta años de dictadura, el Presidente Adolfo Suárez se puso el franquismo por montera, revoleó con empaque el capote de los grandes maestros y entró a matar el mihura. Contemplada desde la barrera de los años, lo que hoy nos parece un aspecto tangencial de la política española, aquella decisión de entonces causó mil y una polémicas y provocó un atronador ruido de sables. Durante muchos años, el régimen franquista bombardeó a la población con una propaganda tan sesgada como irreal: el comunismo era el gran enemigo de la familia, de la patria, de la moral, de la religión y de la sociedad en general. Anatema era el comunismo y "vade retro" satánico considerábase a la Pasionaria y a Santiago Carrillo.
 En este contexto, se puede aplicar a Suárez la frase popular de que los tenía "como el caballo de Espartero". Y la verdad es que, en aquellos dificilísimos momentos, eran precisos un valor descomunal, una enorme entereza, una extraordinaria visión política y una suerte inmensa para acometer con éxito tan singular voluntad. Sin embargo, triunfaba el mundo de las ideas sobre el universo de los puños y la cordura política se imponía sobre la visceralidad de los violentos.
 No pocos se han preguntado qué fue del Partido Comunista, qué de Carrillo. Éste, defenestrado tras sus pésimos resultados electorales, acabó abrazando la causa del PSOE, sede natural de los residuos de la politica que, todavía, pueden hacer pasar por restos arqueológicos, subproductos con cierta veta, antes de desprenderse definitivamente de ellos. El partido, noqueado por los mismos efectos electorales de 1982, entendió que sus siglas ya no vendían, que el felipismo engullía, insaciable, toda la ideología de la izquierda, que el recuerdo de la guerra civil apestaba a demasiados sectores de la nueva España, incluidos a los más jóvenes. Tan lo entendió, que no dudó en someterse a una operación quirúrgica, de tal suerte que el cirujano metió el bisturí por aquí, el botox por allá, un transplante acullá y, "le voilà", un nuevo ser. ¡¡¡Tatatachán!!! ¡Con ustedes, Izquierda Unida! En 1986, nada de Carrillos ni de las viejas momias de  los albores de la democracia. Nuevos líderes para una nueva estrategia. Un nuevo esposo, joven, arrogante, capaz. Iglesias, Anguita, Llamazares. Bueno, este último, la verdad, más parecía un clon carrillista a tenor de su apego a las tesis zapateristas, que un rompedor por la izquierda. Aunque bien visto, romper, romper, sí rompió, porque el amigo de Zapatero terminó de cargarse al partido cuando logró dos escaños, dos, en las elecciones de 2008.
 Los pactos de progreso de los "tiquismiquis" de IU con los oligarcas del PSOE han procurado el sueldo a unos cuantos de aquéllos pero han dejado a la formación a los pies de los caballos. Carrillo tuvo la lucidez suficiente para asegurar, allá por 1976, que Suárez era más bien un anticomunista, pero un anticomunista inteligente que ha comprendido que las ideas no se destruyen con represión e ilegalizaciones. Ése es el terreno en el que deben dirimirse las divergencias. Y que el pueblo, con su voto, decida. Para ello hace falta que la legalización de los partidos esté acompañada de auténticas libertades y de un trato no discriminatorio en los medios de comunicación estatales.
 Valderas no ha entendido esa lección en su propio pueblo. Se agarra a los "Pacta sunt servanda" como barra de fuego antes que admitir sus anteriores veleidades con el PSOE, que no fueron más que pactos de progreso de la corrupción. Y para no dar su brazo a torcer, para establecer la dictadura del partido por encima de la soberanía de la asamblea bollullera, no tiene más que eliminar a quienes le ponen en evidencia. Y la evidencia es que en Bollullos la gestión del alcalde socialista ha sido tan desatrosa, tan nefanda y tan inadmisible que el mismo Valderas debió animar, hace mucho tempo, a los suyos a poner coto a tanto desmán. Pero no. El espíritu marxista y leninista pudo con el ideal eurocomunista de Berlinguer, Marchais y otros comunistas demócratas que se independizaron de la órbita soviética.
 Valdera es un buen conocedor de la ley del embudo. Para los suyos, lo estrecho. ¿o no?
 Un saludo

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