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Francisco Velasco. Abogado e historiador

MÁRTIRES DE HOY

 

 

Lo que hay que aguantar. En la “democrática” Sudán, convertirse al cristianismo comporta la condena a muerte. Código proporcional a las mentes obtusas de algunos dirigentes de religión islámica. Tiene tela.

 

Ahora vendrán los abogados de la mártir alegando defectos de forma y carencias procesales para tratar de rebajar la pena. Muy bien. Pero el problema reside en el fondo del asunto. Los estados democráticos del mundo silencian lo que es una barbaridad que no se reduce al caso de esta señora. La Sharía como fuente principal de derecho es una barbaridad tan grande como si la Biblia fuera la Constitución de un país civilizado.

 

Las guerras de religión han sacudido las entrañas de la humanidad desde sus albores. La necedad no se supera con los siglos. El fanatismo agrupa en su seno las decisiones que los tontos toman mientras los inteligentes deliberan. Decía el impío Voltaire -antes de morirse en el consuelo del catolicismo- que el fanatismo es a la superstición lo que el delirio es a la fiebre, lo que la rabia es a la cólera. Aquí se mata por amor a un dios de la misma manera que se quita la vida ajena por un paquete de cacahuetes.

 

En nombre de dios se cometen las mayores tropelías. Algunos se alegran, todavía, de estas acciones vituperables porque quienes creen, dicen, sobre todo si creen en Cristo, tienen que sufrir las consecuencias de su ignorancia. En Sudán se condena a muerte a una conversa y en Occidente se eleva a los altares del paganismo a los que desprecian la fe del cristiano. Burro el africano. Jumento el europeo.

 

Los desgraciados que atribuyen a la religión las causas de los males de la sociedad, no son más que sacerdotes, y sacerdotisas, de la peor religión de todas, la de la intolerancia laicista y la del laicismo intolerante, la que reverencia a la filantropía y practica la soledad del misántropo, la que predica respeto y ejerce la dictadura del pensamiento único.

 

Todos somos mártires en manos de los fascistas y de los totalitarios. Todos. Unos más que otros.

 

Un saludo.

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