EL COLLAR DEL PREMIO A LOS MALOS
Hay noticias que duelen hasta lo más profundo. Aguijonean los valores más sagrados. La concesión a Zapatero del Collar de la Orden de Isabel la Católica me parece una afrenta, una bofetada con mano, un guantazo en rostro helado. En la misma medida que se condecora a los ministros de su nefasto régimen con la Gran Cruz de Carlos III. Vaya, es que ni de broma. Una distinción que nombra a la reina que moldeó la nación española para quien discutió esta idea, me resulta indigerible. Del mismo modo que me resisto a tragarme que se trata de un acto de doble intención el entregar una cruz a los descreídos del Gobierno cesante entre los que varios se significaron por denostar el cristianismo. Una burrada en toda la extensión de la palabra. Y el autor de la misma no puede cometer un exceso de esta magnitud. No, señor Rajoy, no.
Este tipo de actos de contenido protocolario son cañones que carga Satán. No se puede premiar a un conjunto de individuos que han podido gobernar pero prefirieron traer el caos. A estos sujetos, un regalo y a los que trabajaron con honradez y denuedo, un recorte de salarios o una subida de impuestos. Inadmisible. A los autores del desaguisado y artífices del desplome de nuestra economía, un galardón. A las víctimas de estos ineptos e incapaces, una patada en sus bolsillos y un manotazo a sus esperanzas de regeneración política. No cabe castigar a los buenos. Ni laurear a los malvados. El mundo al revés.
Decía Fenelón que los niños tienen más necesidad de estímulo que de castigo. Comparto la idea. En sus justos términos. Lo que nadie en sus cabales puede defender es que se aliente a quienes hacen mal a los demás. En la alabanza y en la reprensión, la justicia es reina y su dictamen se fundamenta en la lógica y ésta descansa en la autoridad moral de quien loa y de quien amonesta. Los premios no merecidos pierden fuerza y provocan desinterés.
Galbraith, el economista estadounidense, aseguraba que el libre mercado no premia a los buenos y virtuosos sino a los corruptos y viciosos. El libre mercado, que no el Gobierno democrático. Este articulista no pide al neogabinete popular que censure o afee en público las malas artes del desgobierno psoecialista. Basta con que muestre el alcance del trance heredado. Sin añadir ni restar circunstancias. La verdad pura y dura. No es cuestión de sermonear ni de disimular. Ni siquiera de increpar y menos de escarmentar. De lo cual se deduce que tampoco es tiempo de aplausos u ovaciones. Si no, quién va a creer que el déficit es del ocho por ciento y no del seis. Los tanques de Rubalcaba se disponen, como el convoy de Queipo de Llano, a dar setecientas vueltas en torno a la categoría del gobierno saliente, públicamente homenajeado a través de honras oficiales propiciadas por el Gobierno de don Mariano. Sería el acabose.
Ya embarcados en descomposiciones de esta factura, propongo se decreten medidas conducentes a elogiar labores individuales del equipo al que el pueblo español ha puesto en la puñetera calle. Por ejemplo, al señor Conde Pumpido, la Orden del Mérito de la Toga Embarrada. A la señora Bibiana Aído y a doña Leire Pajín, ex aequo, la Medalla de Oro Abortivo con Escudo Rosa de Progresía en el Puño. A don José Blanco, la Gran Medalla del Demérito Penitenciario. La Medalla Minus Ultra con distintivo rojo al Excelentísimo señor Moratinos y a la Muy Ilustre doña Trinidad Jiménez por su contribución al aislamiento internacional de España. En cuanto a Zapatero, muy por encima de los demás, la Real Orden del Reconocimiento Civil a las Víctimas. A las víctimas, como quieren los de Garitano y compañeros del hacha y la serpiente.
Respecto a Rajoy, que si está cansado, que se relaje. Si está mal aconsejado, que cambie de asesores. No sea que la jauría de los enemigos que huelen su rastro le agracien con el Toisón de Lata de la Derrota en las Elecciones Andaluzas. Es que... Eso de premiar a los más perversos tiene un morbo que maldita la gracia.
Un saludo.
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