¡UY, PYD!
A fuer de repetitivo, me puedo creer que mi teoría está llena de razones. Desde luego, en lo que a la señora Rosa Díez respecta, nada ni nadie me hace abdicar de la fuerza de mis críticas a la exconsejera del Psoe en el País Vasco. Es más, conforme la señora de ¡Uy, PyD! recorre kilómetros por la jungla de la política, se aureola de la santidad de la bisagra torcida y lo mismo molesta a Rubalcaba que pone a caer de un burro a Rajoy.
La formación de doña Díez comenzó como una escisión del psoecialismo y va a terminar como un apéndice del rosalismo carpetovetónico. Tantas espinas porta la dama que lo mismo se pincha con ellas.
La última salida de pata de banco ha sido el funeral por el expresidente Suárez. Partidaria de un funeral laico, la presencia de Rouco le sentó mal. A ella, que ha contemplado el cuerpo yacente de tantas víctimas de ETA en las iglesias de Euskadi. A la cara nacionalista española de su partido le molesta el sonido de las notas del himno nacional. La encarnación de la sutileza parlamentaria reprocha al Gobierno la instrumentalización religiosa de las homilías del arzobispo. La señora que reprochó al rey su abrazo al lehendakari en el funeral por el asesinato de Fernando Buesa y de su escolta Jorge Díaz.
Doña Rosa se mece en las telas de araña de sus pocos escaños. Ella es la mecida, que no la mecedora, por más que lo parezca. Los motores van adosados al vehículo y éste se mueve con las revoluciones de aquellos. La escarapela “psoe” sigue asomada al coche oficial de la vizcaína. Va a tener difícil arrancársela –queda por ver si realmente quiere- a fin de exhibirse con la independencia fáctica que sus dotes dialécticas pregonan. La cautividad rinde pleitesía al síndrome de Estocolmo.
No es de fiar. La mujer política que es Rosa Díez me inspira la confianza de Valenciano o de Magdalena. Ninguna. Los intereses de partido se superponen a los de Estado por mucho que sus lenguas reclamen la primacía de aquel. Desde su nacimiento ¡Uy PyD! Ha buscado reformar el modelo territorial del Estado. Menos autonomías y más federalismo. La canción federal atruena mis oídos y desgarra mi sensibilidad. Qué risa el federalismo como igualdad frente al nacionalismo como diferencia. Qué risa marialuisa.
Las virtudes democráticas del federalismo las cree nadie. La unidad de España no pasa por el federalismo. Que pregunten a catalanistas y etarreros. Lo mismo que nadie se cree que el problema del funeral de Suárez sean Rouco o el himno. El problema es querer convencer al personal de que una es la musa vestal del españolismo no cañí y, al tiempo, posicionarse como gran sacerdotisa de la verdad de las urnas. Con cinco escañitos. Por favor.
Un saludo.
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