QUÉ DISGUSTO
Tomás Gómez deja su puesto en el Senado. Lamentable noticia donde las haya. La segunda Cámara del Parlamento ya no será lo que fue. Sencillamente continuará como es. Después del abandono del prócer madrileño, la democracia ha perdido la clave de su bóveda. Sin ella, el edificio se derrumbará.
El actual secretario general del PSOE de Madrid, ayer alcalde de Parla, ha comunicado oficialmente su intención de renunciar a su escaño a causa del nombramiento de Martínez Tristán como miembro del Consejo General del Poder Judicial. El prohombre ya había avisado a Rubalcaba. Y el que avisa no es traidor. Don Tomás no puede soportar que el todavía presidente de la Sala Contencioso-Administrativa del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, forme parte del Tercer Poder. Es que se le revuelven las tripas. Máxime cuando su partido ha pactado con la derecha su inclusión. Según el fantástico político, Tristán no es "neutral" ya que juega un papel "clave" para que se complete "la privatización de la sanidad madrileña".
Privatizar, dice. Y digo yo: qué privatizó él en Parla mientras fue regidor de esa localidad. Según Izquierda Unida, Gómez se cepilló lo público en beneficio de lo particular. Desde el servicio de recogida de basuras a los centros de mayores, y desde la escuela municipal de música a la empresa de control de la plaga de palomas. La demagogia de Tomás es antológica. O acaso duda de la voluntad de su socio de izquierda de remunicipalizar lo que una vez fue servicio público.
Si Tomás cumple su palabra y entrega su acta de senador, que lo haga por un sentido innato de soberbia. Por despecho y rabia. Sin embargo, por la excusa de la “coherencia con sus principios y valores", no. En modo alguno. Si su principio es la ausencia de privatización y su valor pasa por la defensa de lo público, Parla se convierte en el espejo de su estupidez como dirigente y en luminaria de una forma inadmisible de hacer política.
Cada uno se ahorca como quiere. Este señor ha perdido la poca credibilidad que poseía. A falta de comprobar si se desprende de sus atributos senatoriales, podremos constatar en el futuro que el papel del Senado sigue tan rutinario e irrelevante como hasta la fecha. Con lo cual, el disgusto del pueblo por el autodestierro del genial gobernante merecerá el último párrafo de la página de anuncios por palabras del digital de un diario de Minnesota.
Qué disgusto.
Un saludo.
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