AGUIRRE, LA PATA DE DIOS
Lo de Esperanza Aguirre es de nota. No sé si es un chocheo, una arcada emocional, un lapsus mental o un escape incontrolado de serotonina. Sea lo que fuere, su metedura de pata supera la mano goleadora de Maradona.
El incidente de Aguirre con la policía municipal de Madrid deja boquiabierto a muchos. Entre los que me encuentro. Las formas y fondos de esta señora le habían granjeado el apoyo de millones de ciudadanos. Servidor se incluye entre sus defensores. El acto callejero la sitúa, sin embargo, al pie de los caballos de la ley y de la justicia.
Que la referida señora me venga ahora con cuentos de que los agentes de movilidad pretendían hacerse una foto con ella, me resulta vomitivo. Pero qué sabrá ella del trabajo de estos empleados públicos. Si la han retenido cinco minutos más que a cualquier otro ciudadano en sus mismas condiciones, pues tendrá derecho a quejarse por la prolongación del mal trago. Pero nada más. Y si en su pensamiento oculto afloró la idea de la intocabilidad del personaje, mal entendemos la vida propia como para comprender los “quejíos” de la ajena.
La reacción de Aguirre parece situarse en los umbrales de la depresión o de la falta de sueño o incluso del pánico. La fuga con tocata de Esperanza no es equiparable a la de Lolita. Derribar la motocicleta del guardia y tomar las de villadediego es una decisión reprobable que se puede justificar por un déficit hormonal, una sensación nerviosa irrefrenable, un miedo insuperado a la presencia de extraños no debidamente identificados, un deseo sobrevenido de desaparecer del mapa o un no sé qué puñetas. Sea lo que fuere, nos debe una explicación. La expresidente de la Comunidad de Madrid tiene que darla.
Pedir perdón por las acciones irreflexivas, irregulares e incluso ilegales constituye una terapia magnífica contra el exceso de arrogancia y de soberbia. Si de una política de altos vuelos se trata, mejor que mejor. No se puede ir por la calle con la cantinela del “no sabe Vd. con quién está hablando”.
Doña Esperanza ha metido la pata hasta el corvejón, modificando la precisión de cuadrúpedo y sustituyéndola por lo de bípedo. Y si se ha puesto a la altura de algún jumento, solicite disculpas a los policías por su estúpido actuar y a los ciudadanos en general por su nefasto ejemplo.
Un saludo.
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