LIBERTAD DE PRENSA
Si en democracia permitimos los dichos y hechos de la dictadura, estamos dando pie a que el río encauzado se desborde e inunde las calles de la ciudad. Cualquier atentado contra la libertad de prensa es signo de la tiranía antidemocrática.
El pasado sábado tomaba café con dos personas muy conocidas en Huelva. Ambas de alto standing cultural y notorio reconocimiento profesional. Gente de la que se aprende siempre. Entre los temas de conversación de la espontánea tertulia se puso sobre la mesa el de la repetición del vídeo de la supuesta agresión de los guardias civiles a los inmigrantes que llegaban, a nado, a Ceuta.
La reiteración de las imágenes hasta hacerse recurrente, puede tener intenciones maléficas. Desde hacer caer al ministro del ramo hasta cargarse la credibilidad de la Benemérita. Vaya usted a saber lo que se pretende desde la cúpula de algunos medios audiovisuales. A pesar de la intención, lo que importa es el hecho. El análisis del hecho origina controversias a favor y en contra. Lo que elimina la facultad de pensar y subleva la capacidad de interpretar es la censura de la noticia y el corte manipulador de las imágenes.
Recuerdo cuando Garzón instruyó el caso de los GAL, de los fondos reservados y toda la guerra sucia contra ETA. Los psoecialistas de entonces pusieron el grito en el cielo contra el diario El Mundo. Hombre, sostenían como único argumento, el juez está lleno de rencor y se mueve por deseo de venganza. Este juicio no debe celebrarse porque supondría cargarse al Estado en beneficio de los asesinos de la banda. Los periódicos deben silenciar el proceso y los jueces, darle carpetazo. La instrucción de la juez Alaya en el escándalo del fondo de reptiles atenta contra la dignidad de los sindicatos y la autoridad moral de la Junta de Andalucía, refieren los interesados. Todo se reduce a un conjunto de deseos de encubrir lo que ha de ser público.
La labor de la prensa es tan esencial que, sin ella, la democracia sería pura filfa. Los contenidos publicados nos gustarán más o menos, pero el fantasma del pensamiento único se aparece a los defensores de la pluralidad de expresiones. La libertad de prensa es la libertad de opinión. Desde esa libertad, difundimos nuestro mensaje sin ánimo de imponer nuestro criterio. Un criterio que se rige por principios de civilización y de progreso y no por cañones de despotismo y oscuridad.
Mientras anime en nuestras almas el deseo de aplastar la expresión de los demás, la democracia que pretendemos vivir no acaba de salir del útero enfermo de la dictadura. Porque, al cabo, aquella es hija de ésta y ésta es la muerte de aquélla.
Libertad de prensa, sí, aunque muchos la esgriman como libertad de la empresa editora de esa prensa.
Un saludo.
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