A RECULAR
Retrocedemos. A ojos vista. Caminamos hacia atrás en la moviola de los estúpidos. Los memoriones de la historieta no ceden en sus opiniones destructoras. A mayor índice de fracaso educativo, más corporeidad de la mentecatez.
Determinados profesores andaluces siguen instalados en la procesión gordillista del alcalde de Marinaleda. Los docentes consideran que la izquierda sigue vistiendo la pana del Felipe de Suresnes y calzando la bota recia del campero tradicional. En esa imagen apagada por el progreso social, los melancólicos de tiempos peores dejan transcurrir sus días sombríos. No dan para más. Incapaces de crear, ponen todo su maligno entusiasmo al servicio del odio desintegrador.
Lo del Instituto de la sevillana Valencina de la Concepción es un paradigma de iniquidad. El mural colocado a la entrada del centro es un ejemplo de la semilla germinada de la irreconciliable lucha entre españoles del ayer. Guardias civiles y falangistas asesinan a sangra fría a los republicanos valerosos que se batieron en un nuevo dos de mayo contra los golpistas del dieciocho de julio. El Príncipe Pío de Goya es la Macarena de un tal Garrido.
La lluvia de la concordia ha abandonado la región. Sobre el suelo calcinado por el sol abrasador de la maldad, cualquier cristalito provoca un incendio insuperable. La Junta aviva el fuego. A falta del pan de la prosperidad, el tortazo del despecho. Guerra civil rediviva. Decía Sender que todas las guerras civiles están irremisiblemente perdidas. Los mares de palabras del treinta y seis se oceanizan hoy.
Los tristes autores y los desgraciados mecenas del muralito no han leído a Neruda cuando versificó con su impar maestría aquello de: “¡Venid a ver la sangre por las calles/Venid a ver/ la sangre por las calles,/venid a ver la sangre/por las calles!”.
Sangre. Los desmemoriados de la historia quieren más sangre. La espada de la venganza se aleja del rescoldo de la revancha. Quieren sangre. Por las calles. La Junta ayuda en la tarea. Qué vergüenza.
Un saludo.
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