MIAR
Maullar. Los gatos. Lo hacen para comunicarse. Los maullidos reclaman la atención de los humanos pero también para distinguir su camada felina.
En la biosfera etarra, los miembros de la gatera no emiten sonidos humanos. Para nada. Expelen palabras de miedo. De tal forma, que niegan la mayor, la menor y la regularcita. Como si hay que invocar al ogro español.
El valiente senador Goioaga se ha quitado de en medio por si acaso. Luego, revestido con su coraza parlamentaria, ha permitido que la policía registre su despacho. Con una admonición excusatoria previa: que nada de lo que en él se encuentre, le pertenece. Ni una foto de su familia. Ni un fajo de billetes de quinientos. Ni el manual de presos de la banda. Ni la información contenida en soporte escrito o informatizado. Nada es nada. No vaya a creerse el juez que él tiene algo que ver con la organización terrorista y asesina. Tipo valeroso donde los haya el tal.
Las cosas del aforamiento. Es legal, sí, pero cómo toca los cataplines. Es legal, sí, pero cuánta desvergüenza encierra el privilegio. Es legal, sí, pero cómo se parapetan los corruptos, los batasunos y otra gente de nada ejemplar vida. Fíjense si se acorazan, que doña Mintegi, parlamentaria de Bildu, ha instado al lehendakari para que la Ertzaintza no diera cobertura a la Guardia Civil. Adviertan la fortaleza de Urkullu que el tío ha sufrido un ataque de tembleque al escuchar a la susodicha.
Los abogados de ETA son. Y están. Goioaga lo ha sido. Por lo menos hasta hace un año. Zulueta, también. Y digo yo: ¿nada de lo que hay en el despacho de este gallardo caballero es suyo? ¿O es que pone la venda antes que sangre la herida abierta?
Los mininos son muy listos. Algunos son llevados al agua. Otros se dejan poner el cascabel. Otros se acurrucan en las faldas del ama. Son felinos domésticos para unos menesteres y fieras salvajes a la hora de matar a sus víctimas.
Lo dicho: miar.
Un saludo.
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