ANTISEMITAS
El cómico del odio es un gracioso de la mala leche. El oxímoron es claro pero la realidad supera a la figura literaria. El chistoso francés Dieudonné, tradúzcanlo como Deodato o Diosdado, es un malaje integral. Sus bromas contra los judíos preludian las veras de un conflicto.
Algunos esgrimirán la libertad de expresión. Y servidor, también. Pero esa libertad limita por los cuatro puntos cardinales con el mar del respeto al genos. Insisto: al genos. De lo contrario, el racismo tomaría carta de naturaleza y, hala, de nuevo a las malditas cruces gamadas.
Los hitlermaníacos condenaron a la raza judía. Las cámaras de gas forman parte del recuerdo colectivo de una perversión sin límites. Millones de semitas perecieron en los campos de concentración nazis. La infamia contra los judíos no es una novedad. Se ha perpetrado en América contra los indígenas y los negros. Y en África, qué les voy a contar.
La destrucción de grupos humanos es más que un delito. Es la institucionalización de una barbarie inaceptable. Cualquier sujeto que se ría de un hecho tan execrable debe ser puesto a la sombra. A la sombra de su discurso y a la sombra de sus acciones.
Me da igual que sea blanco que negro. Judío o palestino. Me da igual.
Gracietas de este calibre, ni una. Mire usted. Ni una.
Un saludo.
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