NO SE CALLEN NI SEAN SUMISAS
Las mujeres. A no ser que su sentido de la superioridad sea tan manifiesto que el silencio se convierta en una obra de caridad y la sumisión en un baluarte de su fortaleza. Las mujeres. Creo que se atribuye a la dama de hierro, Margaret Thatcher, una frasecita demoledora. Relacionaba la exprimera ministra británica la igualdad entre hombres y mujeres como referencia para consagrar la supremacía de las féminas. Qué quieren que les diga, servidor comparte ese pensamiento.
La publicación del libro “cásate y sé sumisa” está generando polémicas encendidas. Su autora, la italiana Miriano, entiende la obra como una ayuda para la salud del hombre y de la mujer que viven juntos. Sin embargo, a diferencia de los exégetas fundamentalistas, uno cree que el mensaje de la escritora es una oda desgarrada a la muerte del hombre y un canto épico a la mujer en cuanto diosa capaz de dar vida a una familia y consolidar esta empresa desde la advocación caritativa a los defectos del varón.
Pobrecicos nosotros. Sin la mujer, estamos más perdidos que el barco del arroz. Lo cual, en gran parte, es una verdad casi incuestionable. Las excepciones confirman la regla. Son las mujeres las actoras, que también actrices, de la celebración de la vida en pareja y de la unión feliz con los hijos habidos dentro y fuera de su relación. Actoras por procuradoras y abogadas del grupo y actrices en tanto se autoexigen ocultar sus espléndidas cualidades humanas a fin de no dejar fuera de juego a sus compañeros.
En la Grecia clásica, la mujer se dedicaba al cuidado del hogar. Aquella sociedad era un patriarcado. En ese mundo de hombres, el gran Tucídides acuñó una frase inconmensurable: “la mujer es algo mientras que el hombre es nada”.
Aspasia de Mileto y Pericles formaron una pareja extraordinaria. Desde Platón a Cicerón alabaron las virtudes intelectuales de la mujer, capaz de ser libre en un mundo de mujeres sometidas. Hay que preguntarse si la relación entre el líder y Aspasia fue fruto de un intercambio de seres iguales o resultado de una sumisión en aras al bien general. Ni se sabe.
Lo que sí está claro es que Aspasia defendió su independencia. Si alguna vez hizo votos de mudez, fue coyuntural. Y si abrazó la sumisión, se debió a razones de estado. En cualquier caso, la mujer debe ser igual. Si renuncia a este derecho y a su libertad, allá ella. Nunca será la recomendación de este articulista. El hombre debe conocer sus límites y no existe peor enemigo que la ignorancia prolongada de uno mismo y de su entorno.
La calidad(caridad) bien entendida comienza por uno/a mismo/a.
Un saludo.
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