Blogia
Francisco Velasco. Abogado e historiador

UNA GRAN ELORZA

 

O se dice cogorza. La boutade del que fuera alcalde de San Sebastián es propia de un sujeto de cerebro desestructurado o de una lengua vasalla de estupefacientes o inserta en lo que los psiquiatras diagnostican hoy día como desorden bipolar.

 

El pobre hombre, que no creo que sea un hombre pobre, está más aburrido que un checo en una academia teórica de cante jondo andaluza. Y como de vez en cuando se impone alguna intervención congresual que justifique el sueldo, pues allá va el cambalache dialéctico que abochorna a cualquier vecino de buena fe. Aunque sea para soltar una estupidez del tamaño del Valle de los Caídos.

 

La amnesia del psoecialista para con los etarras no se compadece con la agilidad de su memoria histórica con el franquismo. Con independencia del ocio mal encauzado de don Odón, el móvil de la proposición no de ley de exhumación de los restos de Franco presenta aspectos que se relacionan con la voluntad de aquietar los ecos de la salida, lentísima, de la recesión económica de España y con las encuestas que anuncian una recuperación del voto en el PP y un nuevo descalabro en Rubalcaba y los suyos.

 

Odón Elorza es un demócrata estilo Bildu. Franco era un dictador. Odón no figura como tal aunque algunas de sus actuaciones apunten hacia esa frontera. Cómo de grande y de esperpéntica será la iniciativa parlamentaria del muchacho, que algunos de sus propios compañeros de bancada le han invitado, sin tapujos, a coger pico y pala y ponerse a desenterrar el cadáver del que llamaron Generalísimo. Lo valiente que uno puede ser con los muertos y lo henil que se muestra con los vivos.

 

El camino hacia la locura se consuma poco a poco. Se comienza aparentando estar bien cuando, en realidad, se está atravesando un pequeño desierto de dificultades. En este sentido, uno ya no sabe si este tipo de conductas responde a una práctica perversa del manual político de combate partidista, estilo UGT, o a una demencia precoz o a una psicosis maníaco-depresiva. En cualquier caso, manifiesta una posición cumbre de una pasión descontrolada.

 

Y digo yo: ¿existe algún símbolo más fehaciente del triunfo de la democracia que exponer la tumba de Franco a los pies del altar del Valle de los que dieron su vida por el triunfo de la democracia? Si queremos reprochar lo que fue una dictadura, qué mejor manera que mostrar los restos materiales de su máximo dirigente en el templo de la reconciliación constitucional de los españoles?

 

A menos, claro está, que interese tensar el elástico de la concordia por si se rompe cuando más interesa al verdugo bastardo de turno. Un cambio de nomenclatura modifica la función. En vez de valle, cumbre. Cumbre de defensa de la democracia.

 

Un saludo.

0 comentarios