FEA
El sindicalismo hispano se resume en el calificativo de fea. Todo su argumentario pasa por dicho término. Fea. La juez Alaya es fea. Le gritan, recriminándola, su ausencia de belleza. Fea, fea.
Pobre gente rica. Pobre de alma, rica de trabajo y de posesiones materiales. Pobre de espíritu y rica de improperios. Pobre de sustancia y rica de poderes.
Sindicalistas liberados de trabajo y de ética. Defensores de los cubos de basura propios en portales ajenos. Mefistófeles de vía ERE que desprecian al dios del respeto. Faustos practicantes de magia negra que invocan al diablo de la corrupción.
El bien es reconocible porque existe el mal. La libertad se disfruta cuando se padece el cautiverio. La igualdad es el refugio social de las mismas oportunidades. La verdad se forja en el yunque de la buena fe que, a su vez, proviene de la confianza.
Fea. La juez Alaya es bella. Y lo es, porque a su hermosura externa une la bondad de la ley, la independencia de su cargo, la fidelidad a los principios y el respeto a valores idénticos para todos.
Estúpido sindicalismo español. Irracionales representantes de la mafia corleónica. Desgraciados habitantes de una España que se desmorona. A falta de pan, arrojan a los mendigos de la justicia las tortas de la credibilidad huida.
Fea. La dictadura de los liberados. Esa sí que es fea. Y mala. Y golfa. Y canalla. Sicarios de la inmoralidad. Gentuza.
Un saludo.
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