BRIGADAS DE LO SOCIAL
He olvidado tantas cosas de mi infancia e incluso de mi primera juventud... Algunas, no. Imposible. Entre mis recuerdos negativos, están la imagen y el sonido que los niños de los cincuenta y de los sesenta poseíamos del cuartel de la policía en el Paseo Santa Fe. El imaginario popular difundía, sotto voce, que en sus calabozos se hallaban encerrados peligrosos delincuentes cuyo delito era subvertir el orden público. Del mismo modo, corría el rumor de las palizas que recibían los reclusos y cómo sus gritos de dolor reverberaban por las calles aledañas. Entre nosotros, “la secreta” aportaba un halo de terror y, al mismo tiempo, de admiración. “La secreta” era la brigada de lo social de la Policía Nacional, división de élite de la represión franquista, cuya cabeza más visible fue el tristemente recordado comisario Conesa. Eran tiempos de postguerra especialmente duros. Ya durante mi adolescencia, las andanzas de la brigadita de las narices seguía acompañando gestos, olores y sabores de sangre y de muerte.
Cincuenta años después de aquellos infelices días de miedo y de necesidades, alguien ha venido a mentar a la bicha. Alguien con muy mala leche y peores intenciones. Me refiero a Toxo, el líder de Comisiones Obreras. El sindicalista ha comparado la actuación de la policía judicial democrática con aquella otra de infausta memoria. En un alarde de demagogia, soberbia, prepotencia y maldad, don Toxo ha criticado la detención de algunos compañeros de CC.OO. en el marco de la operación Heracles por los EREs fraudulentos. Se necesita desvergüenza política. Qué sabrá él lo que era la brigada de lo social de Huelva o de Madrid, de Sevilla o de Bilbao. Quienes nos opusimos al franquismo, sí conocimos cómo se las gastaban algunos de aquellos individuos.
El compañero de aventuras financieras de Méndez debiera hablar menos y hacer más. Partiendo de su propio ejemplo que, al cabo, es la base de su autoridad moral, Toxo tendría que poner patas arriba su propia situación económica y patrimonial. En una palabra, mostrar sus ingresos. Todos. Desde los salariales a las dietas. De los recibidos en metálico a los percibidos en especie. Que descubra el valor de sus pertenencias inmobiliarias y muebles. Las propias y las familiares. A continuación, que revele a la clase obrera, a la que desprecia con sus silencios egolátricos pero de la que chupa, la cuantía de las subvenciones que recibe del erario, las cantidades aportadas por las empresas levantadas bajo la falda de su organización, las indemnizaciones ofrecidas a los trabajadores externos despedidos a causa de los recortes, las cifras de liberados que trabajan en su circuito laboral. Y así hasta escudriñar el último nido donde el pájaro esconde sus huevos.
El delfín andaluz de Toxo, Carbonero, se ha dado prisa en subrayar las declaraciones del jefe de Madrid. Miren. La policía judicial democrática tiene de brigada social lo que Toxo y Carbonero tienen de Marcelino Camacho. Nada. Qué más quisieran estos dos vividores del obrerismo de “güisqui” de veinticuatro años que asemejarse en el forro del chaleco a aquel defensor de la clase trabajadora. El pueblo ya ha dictado sentencia al respecto en forma de desafiliación masiva y de rechazo a las prácticas mafioso-capitalistas de este grupo de sujetos que levanta polvaredas de confusión y siembra campos de cocaína de la indefensión ciudadana.
Más le valdría levantar las alfombras de lo que en sus comienzos fue un sindicato limpio e íntegro. Más le valdría disolver sus órganos de gobierno y convocar elecciones internas a fin de regenerar una organización imprescindible en la vida española. Más le valdría devolver al obrero la dignidad que él ha contribuido a incendiar con las golferías de numerosos de sus dirigentes. Más le valdría largarse con viento fresco. Más le valdría.
La brigada social del franquismo, señor Toxo, no se la deseo a nadie. Ni a usted ni a quienes como usted quieren destapar la memoria histórica para mutilar la corteza prefrontal del cerebro de los españolitos. No riegue con más detritus el jardín de la libertad y de la igualdad.
Váyase, señor Toxo. Váyase.
Un saludo.
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