TRATO DIFERENCIADOR
País de locos. La clase política española ni tiene clase ni sabe de política ni quiere a España. Los políticos se sienten como una casta aparte constituida por arte, gracia y magia de los partidos y de los resultados electorales. Así. El acceso a esta élite de cartón piedra viene configurado por la pertenencia a un ente no democrático en su andadura. La sujeción/sumisión a los prebostes de la organización marca el día y la hora de la permanencia en las esferas del poder. Esto es así en el PP, en el PSOE o en los Independientes de mi Barrio.
Uno entiende que en los comicios autonómicos o municipales, los partidos regionalistas y localistas pongan toda la carne en el asador a fin de que el fuego de la financiación dore las partes más sabrosas. Sin embargo, que estas facciones territoriales pretendan arrimar a su hogar las hogueras de la patria, roza lo totalitario en tanto se confunde la parte con el todo. Es la eterna sinécdoque de la política. Y no.
Si algunos creían que la paranoia del Partido Socialista Catalán era un estigma a investigar y a cortar de raíz, se equivocan. La señora Camacho, que lidera las huestes del PP en la tierra de Montserrat, está afectada de las mismas máculas epidérmicas y viscerales de su compañero de fatigas rupturistas. La diferencia es que los síntomas de la señora son más benignos que los del caballero. No obstante, uno y otra se olvidan de España, de los ciudadanos, del principio de solidaridad estatal y de la madre que parió a Peneque. Pero cómo es posible tanta estupidez y tamaña ambición.
Las comunidades del PP y del PSOE deben tocar los tambores de guerra interna. La marca catalana de los dos grandes partidos debe desaparecer. El estado español debe estar representado en cada uno de sus territorios, desde Euskadi a Canarias y desde Murcia a Galicia. Tan españoles son los asturianos como los leoneses o los extremeños. Quienes pagan impuestos son los vecinos y no las feligresías. Si Alicia Sánchez Camacho intenta vendernos la burra mansa de la diferenciación regional, váyase con la pollina cerril a los pastos del destierro patrio. El colectivo de trileros va en aumento y se nos antoja reducible a cotas muy inferiores.
Un madrileño paga impuestos en Madrid por el hecho de su empadronamiento en la capital de España. Lo mismo que hace el de Albacete o el de Santander en sus respectivas ciudades. Ninguno de ellos chantajea al Gobierno con la bolsa de la financiación o la vida de la independencia. Faltaría más. Los favoritismos y los privilegios son propios de sociedades desarrolladas en las llamas de la dictadura. El oscense es tan español como el de Tarragona o el de Baracaldo. Y si es preciso acuñar este lema en los frontispicios de las instituciones, hágase. De esta manera, aprenderán a leer, o a descifrar, como hacían los iletrados en la España oscura de las invasiones bárbaras.
La señora Camacho debe callarse y no aprovechar que Pere Navarro pide ocho para justificar su moderada exigencia de tres. Ni ocho ni tres. Solidaridad. Señores, y señoras, de partidos democráticos. Silabeo: de-mo-crá-ti-cos. De la fuerza del pueblo. De todo el pueblo. No del pueblo rico.
Trato diferenciador, para los ancianos y para los niños. Para los más dependientes.
Un saludo.
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