NO HAY DINERO
El ministro Montoro juega con fuego. La expresión de “no hay dinero” para tratar de justificar la pérdida de cientos de miles de empleos públicos, es incendiaria. Qué pasa, que cuando haya dinero, se van a recuperar los puestos de trabajo en la Administración. Qué quiere decir, que antes sí lo había y el dispendio se consideró algo normal dentro de la calamidad que es, per se, la dirigencia del Gobierno de turno. Qué mensaje nos quiere trasladar, que se va a seguir quitando de en medio a los funcionarios.
Es temible. Que los empleados públicos sean los paganos de todas las crisis generadas por la panda de inútiles designados por sus partidos, manda narices. Mire, señor Montoro. Si de verdad quiere reducir el gasto de las administraciones, no tiene más que eliminar de un plumazo a los miles que se han colado por la puerta de atrás, a los enchufados de los políticos con mando en plaza, a los asesores asezorros, a los miembros de fundaciones, empresas públicas y demás corporaciones de guasa, a los que se pasan la ley de incompatibilidad por el arco de sus fechorías y así, hasta decir basta. De otro lado, elimine las subvenciones a los dos sindicatos del bote, del tonto del bote y de las subvenciones del bote. Vigile las financiaciones de su partido, el del otro y el de más allá. Supervise el absentismo de los jefes de los empleados públicos porque si éstos faltan o son impuntuales, tenga claro que lo hacen porque el superior tiene menos vergüenza que una babosa.
La clave es la Jota. La jota de jefe. Si la jerarquía se conforma en base a criterios de autoridad moral y no de docilidad respecto al gran maestre de la logia partidaria, todo funcionará de acuerdo a lo regulado. Si falla el factor humano, como escribía Graham Greene, el establecimiento se desmorona como castillo de arena.
Los funcionarios, Montoro, son la garantía de un estado de derecho. Si el nivel de profesionalidad no alcanza el hito deseado, no es por su mala praxis. Se debe a la ineptitud y a la golfería de quienes tienen la obligación de cumplir y de hacer cumplir y prefieren entretenerse en el campo de golf, en la charla de cafetería a primera hora o en la copa refrigerio previa al almuerzo. Y la mayoría de estos mangantes no provienen de la oposición al puesto, sino de la posición de connivencia con el que otorga el puesto. A dedo.
Si no hay dinero, que no lo haya para nadie. Y si lo hay para unos, que se reparta equitativamente entre los demás. Ya está bien de pasar factura a los únicos trabajadores de este país que acceden a su empleo a través de una formidable carrera de obstáculos, infranqueables para la mayoría de los que militan en la empresa privada.
Si no hay dinero, Montoro, no permita el déficit desbocado de las comunidades autónomas, de las diputaciones, de los ayuntamientos y de cualesquiera entidades que, en manos de tanto canalla, provocan la ruina del país y, sobre todo, de su paisanaje.
No hay dinero. Lo que no hay es decencia. Sobre todo, decencia política.
Un saludo.
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