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Francisco Velasco. Abogado e historiador

TRONO Y ALTAR

 Hemos comenzado las vacaciones haciendo un viaje relámpago a la capital de España. El AVE que se ha inventado el fabulador -en absoluto, fabuloso- Mario Jiménez nos ha dejado en la antigua Magerit poco antes del mediodía. Atocha nos refresca antes de que el aire caliente de la Glorieta de Carlos V nos propine un bofetón de calor seco e insoportable. En taxi, recorremos los poco más de mil metros que separa la estación del Museo del Prado.

 Lleno el Museo. Turistas de todos los países -sobre todo orientales- pululan por las estancias. Nos dirigimos, como siempre, en primer lugar a las salas de Velázquez. Después, a otras. No nos importa tanto. Velázquez es más que un pintor. Es un historiador impar del XVII. No reeescribe la historia salvo que en algunos lienzos se perciba el cambio de pincel. Trono y altar permenecen indisolubles en la mirada crítica del artista.

 Trono y altar. Siglos después, el trono se republicaniza y el altar desmorona su escenografía barroca. Pero no se equivoquen. Es un proceso de ida y vuelta. Como las velas del navío que se despliegan en la dirección del viento. Los salvapatrias de derecha cantaron la simbiosis espiritual de altar y trono de la misma forma que los salvapatrias de izquierda quisieron construir el progreso sobre las cenizas de la religión y de la monarquía. Como si fuera tan simple. Ilusos. Los unos y los otros.

 Velázquez no retrató a los Borbones. Radiografió la decadencia de una familia de reyes. "Scanneó" la sociedad de la época hasta legarnos un diagnóstico de finísima resolución. Los validos inválidos y los inválidos generales. Los bufones inteligentes y las infantas ociosas. La sociedad en crisis y la crisis de la sociedad.

 Queda por ver quién es el Velázquez que le pone el cascabel al gato de la crítica de nuestro tiempo. A la monarquía se la tienen jurada. Que dé d. Juan Carlos un paso en falso y se nos aparecerá el fantasma de la familia Romanov. Trono. A la Iglesia la asaetean como a un San Sebastián. Rouco o Cañizares son los nuevos inquisidores según los periódicos de ZP. Rechazan la ley del aborto. -Cómo se atreven, gritan, los ojos espantados, los defensores de la eutanasia. Altar.

 Trono y altar. Muerte. Muerte de niños y ancianos. Los defensores del aborto lavan su pecado cambiando los términos. No es la matanza herodiana de los niños. Es la interrupción machadiana del embarazo. No es la espera de la muerte senil. Es la invitación avanzada de la buena muerte. Muerte. A los que se oponen a estas muertes los llaman retrógrados de trono y altar. A quienes queman conventos e iglesias, redentores del pueblo oprimido.

 Simples. Ni trono ni altar ni república chavista ni laicismo zapateril. No. Respeto. No. Respeto. No. Respeto. Respeto. Respeto... ¿A quién? Al pueblo. Ni espadones ni pistoleros. Ni caciques ni políticos corruptos. Salvapatrias fuera. Fuera. Fuera.

 Un saludo.

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