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Francisco Velasco. Abogado e historiador

MELILLA

 

 La antigua Rusadir es una ciudad de contrastes. Africano el territorio, su gente se asoma al mar de Alborán para saludar a sus compatriotas de Almería y Granada. Posee la tasa de natalidad más alta de toda España y la más baja tasa de mortalidad del país. Mitad católica, mitad musulmana, deja en el medio a una significativa población judía. Marruecos aporta un volumen de trabajadores flotantes que duermen en su estado de origen.

 

Pero Melilla es víctima de su situación. Puerta de entrada a Europa, la ciudad padece las desdichas de la inmigración ilegal y de la ambición marroquí. La tensión en la frontera se corta con una sierra mecánica, tal es su grosor. Las fuerzas de seguridad debieran ser propuestas para la medalla al mérito colectivo. La policía y la guardia civil no es que estén sometidas a un traumático estrés laboral diario, es que soporta un peso más propio del ejército que de estos agentes.

 

El Gobierno de Zapatero dio muestras sobradas de incompetencia en este conflicto. El de Rajoy no le va a la zaga. Los alauitas saben de qué pie cojean los españoles. Son víctimas de su falso complejo de superioridad. A poco que los rifeños aprieten los dientes y tiren de pistolas, más de uno se va a acordar de Abd el Krim. Contra la violencia, cabe la negociación en primer término. Fracasado el diálogo, se impone la firmeza. Si no por las buenas, por las malas. Sin necesidad de tiros. Los nervios son malos consejeros.

 

En cualquier caso, los españoles no tenemos la certeza de que nuestra policía esté debidamente respaldada por el Consejo de Ministros. Más bien al contrario. Aquello es, desde hace tiempo, un polvorín. La santabárbara no ha explotado todavía. Pero la mecha se aproxima por momentos al centro de la explosión. Cuando ésta se produzca, vendrán las lágrimas y el crujir de dientes. En España sólo nos acordamos de la santa cuando truena. Los ciudadanos nombramos, sin embargo, a los causantes de la desmemoria por medio de sus padres, madres y familiares todos. Cuando ya es demasiado tarde.

 

Morenés, todavía ministro de Defensa, y Margallo, titular de Exteriores, están a verlas venir.  Prevén poco y proveen menos. Rajoy ni está ni se le espera. Anda ocupado el hombre con su pronta declaración a través del plasma. Teme que alguien le rompa la cara. Y por si acaso, de Melilla, nada de nada. Lo que lamenta es que, en vez de estar en el Mediterráneo, no se enclave en el Atlántico, mucho más allá de las Canarias.

 

Melilla, qué maravilla... vamos a perder.

 

Un saludo.

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