PASTRANAZO
Allá por agosto del pasado año, obsequié al todavía secretario general de UGT con un artículo que titulé “el lamentable Pastrana”. Venía a referir en el mismo el grado de encharcamiento político del llamado líder. Ahogado, decía, en vino fino y tapitas de jamón de cinco bellotas.
Pastrana, lamentable, resulta patético e indigno. No ya sólo por vivir a cuerpo de rey. Por ser el rey de la buena vida. Por encima, incluso, de su amigo Cándido.
Don Manuel, que así se llama el señor feudal del sindicato, ha anunciado que no se presentará a la reelección. Pero cómo, se preguntará algún despistado. Que le han pillado, oigan, con las manos en la masa. Que mucho criticar a la derecha y disfruta por encima de ella. Que bien reprocha al gobierno la reforma laboral y pone en la calle a más de un centenar de trabajadores del sindicato a precio de risa pepera. Que se escandaliza en los libelos de la riqueza de los del PP y se va a Sudáfrica a un hotel de cinco estrellas con todos los gastos pagados. Que se lleva las manos a la cabeza con los papeles de Bárcenas y se gasta el angelito más de cien mil pesetas en una cena de mariscal imperial. Que se vincula a la plataforma de apoyo a los desahuciados y habita un chalet que paga su organización.
Don Pastrana no dimite. Se queda mientras el cuerpo aguante. Y quién va a tener narices para invitarle al cese. En su formación, ni uno. Fuera de ella, menos. El hombre defiende a los trabajadores con la misma fiereza que Griñán colabora con la juez Alaya. O sea, cero, pastranero.
El pastranazo es el símbolo de la porquería política de los sindicatos de izquierda. Don Manuel, su representante más genuino. Mucho cerrar el puño en los mítines y ahora nos enteramos por qué. Si lo abre, se muestra la suciedad de la palma de sus manos.
Un saludo.
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