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Francisco Velasco. Abogado e historiador

REFLEJOS EN EL PP DE HUELVA

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De vez en cuando el Partido Popular toca la flauta y la melodía aflora. La melodía de la comunicación, que flojea demasiado en este grupo político.

 

El escandalazo de Ayamonte puede reportar dividendos políticos a la formación que lidera Manuel Andrés González. Guillermo García de Longoria, secretario general del PP en Huelva, ha salido a la palestra, ha sacado una flecha del carcaj, la ha colocado en el arco, ha apuntado y ha clavado la punta en el corazón mismo de la diana del adversario. La diana es un burdel al que alguien concedió licencia de apertura en la ciudad fronteriza y ese alguien es un enigma que se puede descifrar en cuestión de días. No es la piedra de Rosetta ni el investigador es un Champollion. No importa. El código es escrutable.

 

Los ediles ayamontinos del partido de Rubalcaba y Griñán se conducen por los usos habituales de sus jefes. Allá donde fueres, haz lo que vieres. Que se enchufa, adelante. Que se urbaniza a discreción, los de la costa en primera línea de ataque. Que se corrompe la vida pública, cagón el último. De esta manera, la luz del paisaje de la ciudad del Guadiana, que tan bien retrató Aguilera y a la que tanto debe León Ortega, se ve ensombrecida por el artisteo indecente de algunos piratas de la política.

 

No tengo la menor idea de si el alcalde de la localidad y, al tiempo, vicetodo del Psoe provincial, está pringado en este escabroso tema. Se sabrá. Lo que sí es evidente es que tiene mucho que contar sobre las andanzas de algunos de sus colaboradores más cercanos. De todas formas, lo más acertado del discurso de Longoria es su dardo final envenenado: “lo que está claro es que el detenido no pudo firmarla ya que cesó como concejal en mayo de 2011 y la licencia se concedió en agosto”. En cuyo caso, concluye con acierto incontestable: “quién la firmó”. Todo un canto de libertad de expresión, de cordura dialéctica y de independencia política.

 

Y sobre todo, un alarido de rebeldía. En el PP habrá corruptos. Sin duda. Pero Longoria demuestra que él no lo es. Y a sabiendas de su pulcritud ética, lanza un mensaje de aviso para navegantes chorizos. Tenemos las manos limpias. Cuidadito quienes quieran ponerse guantes blancos para esconder sus sucios dedos.

 

Así debe ser y por ello me felicito.

 

Un saludo.

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