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Francisco Velasco. Abogado e historiador

CENOTAFIO

 

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 Para todos. La ley es igual para todos. Debe serlo. Muerta la conocida como vidente de El Escorial, su cuerpo ni fue incinerado ni recibió sepultura legal. O reglamentaria. La sanidad mortuoria no deja lugar a dudas acerca de donde están los enterramientos adecuados. A la señora Cuevas, la mujer que decía ver a la Virgen, la introdujeron en un sarcófago para que los gusanos se comieran su carne en medio de un campo.

 

El periódico El País se muestra especialmente interesado en que la legalidad sea restablecida. El País de Cebrián. El vigilante del estilo de la España moderna se lleva las manos a la cabeza. Amparo Cuevas debe ser depositada en camposanto autorizado. No sea, replico, que las apariciones de la Virgen sigan fomentando el cristianismo entre los creyentes de misa dominical y el Gobierno aproveche las venidas celestiales para su permanencia en el poder. Y eso sí que no. El País es el gran guardián de las esencias progres. El catolicismo es muy antiguo. Hoy se lleva el fundamentalismo islámico.

 

Pues claro que estoy a favor de la legalidad. Porque me esfuerzo en cumplir las normas y porque si las infrinjo, me someto al diluvio universal de sanciones y de multas que, a juzgar por el coste de su defensa judicial, me tendré que tragar. Lo que me resulta insufrible es el ansia incontenida de los jefes “jejés” del País/Psoe por estigmatizar a sus enemigos. Hoy vocean una consigna y mañana la que convenga. O si no de qué el fuerte respaldo del lobby mediático a las sagas/estirpes de los Mas y de los Pujol en Cataluña. A ver qué tiene que ver el amigo Oleguer, Olegario, en esos arrebatos defensivos del periódico hacia los oligarcas del clan del expresidente de la Generalitat. Cuánto dinero media entre los editoriales apologéticos de la dinastía burguesa y las embestidas cruentas contra quienes osan poner en solfa la honradez de los héroes del tres y del cuatro por ciento o de los maletines suizos.

 

Si contamos los muertos por falta de ética o las víctimas de la incoherencia política o los huérfanos de la paternidad moral, que nunca fueron inhumados ni cremados en la pira de papel de los medios más poderosos, la parrilla de San Lorenzo sería el horno de combustión idóneo para golfos de tantas generaciones que han hecho de la ética su medio de ilícito lucro, del mismo modo que ciertos gudaris convirtieron el sueño secesionista en negocio de chantajes, extorsiones, crímenes, negocios de armas y otras barbaridades semejantes.

 

La Ley no está enterrada. Murió hace mucho tiempo. Se expone para su obligado cumplimiento pero no sigue las reglas de la sanidad constitucional y democrática. Los beneficiados por su defunción siguen callados como cadáveres vivientes.

 

A falta de sepulcros, cenotafios. Tumbas vacías. A la señora vidente, un cenotafio in memoriam. Al grupo Prisa, un cenotafio a la ideología que pudo ser. A la ley, un nicho recordatorio de que alguna vez existió. A los ciudadanos, nada. Ni cenotafio ni epitafio. A servir de despojo a los buitres y a los carroñeros de la política. Que son  muchos y conocidos.

 

Un saludo.

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