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Francisco Velasco. Abogado e historiador

PROSTIJUSTICIA

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 A la hora de escribir el artículo, desconozco la sentencia. Puedo decir que, en mi vida, había contemplado un episodio tan bajuno. Pocas veces he sentido mayor vergüenza por la actitud de un colega y por la respuesta de un juez. Se puede decir que he asistido a una riña verbal de una vulgaridad insultante. El letrado reclama y el juez admite o rechaza, es correcto. Lo que sale del cauce es que el abogado utilice su móvil en plena Vista y el magistrado le ordene apagarlo al cabo de los minutos. Lo que chorrea es que, a continuación, el letrado, impertérrito, utilice  el artefacto para enviar mensajes escritos. En tanto, el juez como si no lo advirtiera. Que la justicia está prostituida por los chulos de un sistema pervertido, no lo duda nadie. Especialmente quienes formamos partes del tinglado abogacial. Y la mala praxis no termina con el año.

 

Los jueces y fiscales se echan a la calle contra la gallardonesca ley de tazas/tasas. Los colegios de abogados de toda España se suman a las manifestaciones de rechazo y de repulsa. Los funcionarios judiciales claman y braman por su deficitario status profesional. Todos tenemos razones y pocos ejercemos medidas distintas a las del alboroto. Uno entiende que el colectivo de profesionales de la construcción o de la sanidad o de los profesores o el que sea, lance en las calles su indignación. Carece de medios y recursos para respuesta diferente. Pero el estamento de la justicia, por favor. Pleitos, señores y señoras, pleitos. Litiguen por iniciativa propia. Recurran donde competa. Cómo es posible que en casa del herrero, cuchillo de palo. En vez de mostrarse públicamente en las fachadas de las audiencias provinciales, utilicen las demandas para frenar la imparable ola de descontentos que nos ahoga.

 

Y los abogados… En el Colegio de Madrid, el espectáculo ha sido bochornoso. La abogacía madrileña ha escrito una página que no debería borrarse ni olvidarse. Debe formar parte de los anales de la infamia profesional de unas personas que han hecho de la ley su oficio y de la ética su estandarte. Qué leches. El nombramiento de un Decano concita vísceras inimaginables en el común de los españoles. Cómo sería el tinglado, el circo, el esperpento,  que ocho de los catorce candidatos a la poltrona madrileña solicitaron la nulidad de las actuaciones ante las sospechas de irregularidades. Las aguas de la sinrazón se encresparon hasta  que intervino la policía nacional a serenar la corriente. El fraude electoral era la expresión que corría de lengua en lengua y secaba las gargantas.


Fraude o estafa. Al cabo, muchos profesionales de la abogacía estamos inmersos en las maldades del sistema que hemos alimentado. Nos hemos aliado con las aseguradoras a fin de mostrar las maniobras de algunos tomadores falsarios y nos hemos compinchado con ellas para evitar el pago a asegurados honrados. Hemos puesto en la calle a narcos y violadores y hemos dejado que gente inocente se pudra con sus huesos en la cárcel. A quién extraña la vergonzoza jornada electoral de los madriles.

 

Criticaremos que la justicia es un cachondeo. Pero ni desde fuera ni desde dentro hacemos lo que deberíamos para otorgarle la seriedad que su impartición exige. Podemos repudiar la ley de tazas/tasas pero Gallardón no tiene la culpa de que miles de legajos sepulten las oficinas judiciales ni del pucherazo del colegio de abogados ni de que el letrado se pitorree de la juez y de la administración de justicia en plena sesión de una Vista.

 

Justicia prostituida. Prostijusticia.

 

Un saludo.

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