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Francisco Velasco. Abogado e historiador

JAVIER BARRERO, LA VOCECITA

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 Entre los cazadores, a los que respeto por tantas razones, desprecio a los furtivos y a los que lo hacen al acecho. Armados hasta los dientes, los sujetos de esta actividad se aproximan cautelosamente a sus piezas a fin de abatirlas desde su atalaya de camuflaje. No se enfrentan a sus víctimas. Se mimetizan con el paisaje y, en el silencio del monte, zas, disparo al corazón.

 

 He leído en algún medio que el inefable Javier Barrero, otrora reconocido segundón de la compañía psoecialista de Carlos Navarrete y de José Antonio Marín, posteriormente desdichado líder de esta formación en Huelva y siempre calentador formidable de escaños en el Congreso, Javier Barrero, digo, ha reaparecido. Y lo ha hecho como suele. No para construir ni para regenerar ni para contribuir al bienestar. Su irrupción, no podía ser de otra manera, se ha debido a su añoranza por la caza al acecho. Cómo que contra quién dispara. Por favor, contra la pieza mayor de su repertorio, el Partido Popular.

 

 Después de guardarse la escopeta en salva sea la parte durante el septenato del maléfico Zapatero, don Javier Barrero se la ha vuelto a echar al hombro y cargado con el odio que le ha caracterizado durante décadas, se ha puesto a descerrajar tiros contra la derecha política a la que tanto imita y de cuyo régimen económico disfruta una enormidad. Y ahí lo tienen, no dejando títere con cabeza. Que si los pensionistas, que si los desempleados… Una joya. El señor Barrero es, a lo sumo, un abalorio de dos euros el kilo.

 

 No cabe duda de que el primer aniversario de la presidencia de Rajoy tiene poco que celebrar. Mas por encima de esa idea, tengo la plena certeza de que las palabras/misiles de Barrero son perversas de forma, inmundas de contenido y falsas de atribución. Los pensionistas están mejor que durante la era Zapatero. El déficit público ha descendido. Los proveedores cobran, poco a poco, sus deudas. La comunidad internacional contempla satisfecha la fortaleza del Gobierno del PP. La confianza inversora se recobra por más que la prima de riesgo amenace de cuando en cuando y la Bolsa provoque rebotes de desconcierto.

 

 Es evidente que los trabajadores de las empresas privadas y públicas están sufriendo en sus carnes la dureza del látigo de los despidos, de los recortes, de las humillaciones. Nada que objetar ante el deterioro de la cohesión social. Nada que objetar salvo que esa descomposición no sea fruto único del yerro gobernante sino de las voladuras controladas efectuadas por el Partido Socialista y los sindicatos subvencionados. Cientos de argumentos se quedan en el ordenador y no se reflejan en la pantalla.

 

Con todo, señor Barrero, don Javier, los españoles en general y los onubenses en particular, hemos de estar agradecidos a don Mariano. Si la presidencia del Gobierno siguiera en manos de los suyos, desalmados que perdieron las elecciones generales del año pasado, estoy seguro de que el descalabro social y económico hubiese sido irreversible. El batacazo nos hubiera desmembrado de forma colectiva e individual. Rajoy ha logrado lo que parecía imposible: frenar el porrazo y, pese a las magulladuras, desgarros dérmicos y piteras sanguinolentas inevitables, nos ha devuelto la esperanza de que España es un país en el que se puede vivir.

 

La escopeta nacional del inigualable Berlanga se hubiera escrito en otra dimensión trágica si el genial cineasta hubiera conocido las andanzas de don Javier Barrero. Y/o si las de su émulo adelantado, don Mario Jiménez, qué les voy a decir. Furtivos y al acecho. Qué leches. Vocecitas. Boquitas. Hociquitos.

 

Un saludo.

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