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Francisco Velasco. Abogado e historiador

HUELGA DEL 29-S

 

No cabe duda que una huelga es un acto legítimo y legal. La Constitución ampara este derecho bajo el paraguas especial de un carácter fundamental. Si algo caracteriza a la democracia, es la transparencia que reclama el pueblo soberano. En cambio, los modos dictatoriales y tiránicos se zambullen en las aguas lodosas de la opacidad filocriminal.

 

Alguna vez me he referido a ciertas convocatorias de huelga como políticas. Este matiz tiene mucho que ver con las actitudes cínicas de algunos que, con una mano, enarbolan la bandera de los derechos democráticos y, con la otra, prenden fuego al paño/insignia al que, en realidad, desprecian. Se complacen en hacer de la enseña laboral un trapo cuando no pueden refrenar los intintos del escorpión que anida en sus laxas conciencias.

 

UGT y CC.OO han convocado, ayer, 29-S, una huelga general que persigue paralizar España. El lema no es construir. Es derruir, destruir, romper, destrozar. Méndez y Toxo, Puente y Chela, beben de la misma ideología política y perfuman sus heces verbales en el dolor del paro, en la precariedad de la economía y en la longevidad de la crisis. Furia destructora que se acrecienta por el ataque de cuernos de su narciso presidente, abducido por el síndrome de la “madrastra de Blancanieves”. Espejito...

 

Nunca importó el paro a estos procaces ideólogos de las cenas pantagruélicas que diría Rabelais. Apoyaron siempre a un Zapatero, caballero de impopular Rocinante que se dirige a molinos de viento que, en vez de alancear al falso jinete, destripan la vida de los desempleados a un ritmo macabro de 8.000 por día. Si la huelga tiene vocación de aldabonazo, cosa inútil. Los convocantes están compinchados con el mirlo blanco de la subvención a troche y moche.

 

Lo que se reprocha es que se tome la huelga como arma, como elemento espurio de presión, como escaparate en el que se venden como valores las más abyectas pasiones. Se censura la antijurídica huelga política. Se repudia esta infame huelga táctica.

 

Los sindicalistas que, el día de ayer, cortaron carreteras, obturaron cerraduras, coaccionaron a los ciudadanos, disuadieron y/o persuadieron a los trabajadores para acudir libremente a sus trabajos, esos sindicalistas, digo, no son forajidos ni facinerosos ni hampones de sucias mafias ni matones a sueldo ni productos deshumanizados de una banda de sicarios, no. No lo son. No lo son pero actuaron como sicarios, esbirros, matones, hampones, forajidos y facinerosos. Actuaron. Una democracia que no corrige de inmediato a los golfos que la mancillan, está en peligro de muerte. Los demócratas debemos poner en juego la maquinaria legal, siempre legal, que permite el Estado de derecho. Si no, los extremistas acabarán con el sistema. Y el pueblo, de nuevo, dejará de ser soberano.

 

La solución pasa por trabajar para producir y producir para crear empleo. Aunque Zapatero sea el problema, un demócrata desprecia a los golpistas, ya militares, ya sindicalistas. Ni echar al nefando Zapatero puede justificar golpes de Estado. En democracia, ley. Y más ley. Los golfos y canallas, a la trena. Con garantías, eso sí.


Para atrás, como los cangrejos. En todos los sentidos. En todos los sectores.

 

Un saludo.

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