DON SANTIAGO CARRILLO
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La muerte de don Santiago Carrillo cierra una parte importante de la historia de España en el siglo XX. Guste, o no, su figura, el personaje merece todo el respeto. Se esté, o no, de acuerdo con sus postulados políticos, el que fuera líder del Partido Comunista fue uno de los artífices de que la Transición, con mayúsculas, discurriera por senderos de paz, de concordia y de consenso que mucha falta hacían. Se aprecie, o no, su actividad partidista, tengo la plena seguridad de que el señor Carrillo aportó luces a la democracia española.
Nada refiero de su ideología porque don Santiago, como tantos otros, la dejó descansar en el limbo de los justos. Su ideología se basó en comportamientos y se confundió en temperamentos y conductas. Los hechos terminan colocando a cada quisque en su sitio. Los grandes hombres no son recordados por sus ideas, sino por sus acciones. Hitler o Stalin podían tener el pensamiento que les diera la gana. La memoria nos lo sitúa en el totalitarismo más asqueroso y en el genocidio más repugnante. Si de la matanza de Paracuellos del Jarama hay que hacer responsable a Carrillo, hágase, pero quienes así desean, tengan en cuenta que la ley de la memoria histórica se hizo para los dos bandos contendientes y no olviden que la aculturación y el historicismo son errores interpretativos de una época pasada.
Yo lamento la muerte del señor Carrillo. Posiblemente hizo cosas muy malas. Algunas hizo buenas. Lo más importante de cualquier sociedad que busque su progreso y el desarrollo de sus ciudadanos es perdonar pero no olvidar. La dialéctica puede ser mala consejera si se esgrime como puñal. Muchos de nosotros nos avergonzaríamos de nuestros pensamientos si alguna vez tuviéramos la tentación de llevarlos a la práctica.
En la España invertebrada, acaso hoy más que nunca, que vivimos, es muy necesario que reconstruyamos el esqueleto de los territorios, de las leyes y de la justicia. Si alguien quiere alegrarse del fallecimiento del señor Carrillo, no seré yo quien se lo reproche. Eso sí, no seré yo quien le acompañe en el festejo.
Don Santiago: descanse en paz. Y si su espíritu se queda con nosotros, colabore por la paz.
Un saludo.
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