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Francisco Velasco. Abogado e historiador

ERRORES POLICIALES

 

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 El error es gravísimo. Qué vamos a objetar a esta altura de la película. La policía científica española tiene un historial en el que se ha labrado un merecido prestigio a golpe de vista y de preparación. Intuitiva, por lo de menos, tuitiva por lo de más. Es la policía como cuerpo y como especialidad. En algunos casos, se reviste incluso de la categoría fílmica de los CSI.

 

Ocurre a la policía como a tantos servidores del Estado. Que está hasta las trancas de trabajo y vacía de recursos materiales y medios humanos. La confusión en el caso de los chicos ha sido de irse a comer a otra parte. Sin embargo, los españoles tenemos la vocación cainita de meter a todos en el mismo saco. Una cosa es el cuerpo policial y otra sus unidades diferenciadas. Las equivocaciones de los agentes deterioran la fama de la institución pero no pueden tachar de un plumazo los éxitos y el crédito de la misma. La Policía no es un rebaño de miles de cabezas. Ni siquiera es un rebaño. Llámese policía nacional o Guardia Civil. Órganos que garantizan la seguridad y el orden y, a fe, que lo hacen muy bien.

 

Echar carburante al fuego, perdón por la soga, encendido por este lamentable error constituye un acto de cobardía. Cometido el desaguisado, el mismo no ha sido advertido más que por la familia materna de los chicos. Ni el juez ni la fiscalía han tomado medidas vestidas de contrainformes. Sí lo ha hecho la madre. Y el sentido de madre ha promovido un desenlace que, por fatídicamente temido, ha puesto los puntos sobre las íes. Las demoras en la resolución del caso, cuya respuesta judicial se antoja todavía larga, entran en el terreno pantanoso del qué se va a hacer. Sin embargo, la familia tiene derecho a la acción de regreso contra la Administración y a reclamarle las responsabilidades patrimoniales a que ha lugar. El mal está hecho. No carguemos contra la Policía en general ni contra los agentes en particular más tintas que las que los medios están arrojando sobre ellos.

 

Urge reformar la Administración. Toda ella. Desde Interior y Justicia a la sanitaria y educativa. Que ninguna institución pública quede exonerada de la revisión a fondo. En pleno siglo XXI, reverdecen bosques decimonónicos que no conocieron los adelantos tecnológicos ni se empaparon de literatura de la productividad ni quisieron beber las aguas de la transparencia y de la objetividad. En suma, el vuelva usted mañana de Larra se hace penosa realidad en nuestros días de Smartphone, ipad y otros artilugios de comunicación galáctica. Y lo que es peor, en la era de la cooperación internacional, todavía persisten rencillas de ambición entre ciertos funcionarios de la policía y de la guardia civil por ver quiénes se apuntan primero el tanto de la releche. En este sentido, abogo por la creación de un Cuerpo Único, allende las decisiones de Fernando VII y de Isabel II, de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Un Cuerpo único y unido que se consolidará al ritmo de los emolumentos que, a título de ejemplo, perciben los miembros de la policía local.

 

A poco que pongamos de nuestra parte, nos daremos cuenta de que los errores ajenos son atribuible en bastante medida a los conformismos propios.

 

Un saludo.

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